Fue en el colegio Palacio Valdés donde el pequeño Jesús Daniel Salas Campo (Avilés, 1974) tuvo el primer contacto con los ordenadores. Aquellos primeros PC, hoy artículos de relicario, le abrieron el camino a la que se convirtió en su pasión: la informática. Esa vocación por las nuevas tecnologías, a las que se entregó desde niño, ha fructificado en una próspera carrera en la que no para de subir peldaños. Este avilesino dirige desde su ciudad natal el Centro de Tecnologías de la Información de la multinacional Computer Science Corporation (CSC) y acaba de ser nombrado responsable de mantenimiento y desarrollo de aplicaciones para clientes para el sur de Europa. Bajo su coordinación trabajará personal de la compañía de Francia, Bélgica, Luxemburgo e Italia. «Me siento muy afortunado porque soy de Avilés y sigo aquí, me ha tocado viajar pero siempre he vuelto a casa. He podido desarrollar una carrera profesional, y además internacional, desde Asturias, desde Avilés; es todo un lujo», reconoce.

A Jesús Daniel Salas Campo no le gusta desempeñar papeles protagonistas. Menos aún alardear de sus muchos logros profesionales. Y quizás sean esos los motivos por lo que durante semanas se resistió a acceder a relatar su historia, pese a constituir un claro ejemplo de la filosofía de esta serie, «Generación @vilés», que pretende sacara a la luz a los avilesinos que triunfan en diferentes ramas de actividad.

Este informático avilesino estudió Educación General Básica en el colegio Palacio Valdés y los antiguos estudios de BUP y COU en el San Fernando. En el colegio quedó ya prendado de los primeros ordenadores personales y con trece años consiguió que sus padres le regalaran su primer PC. Tenía 13 años. Lo de programar le ha traído de cabeza desde entonces. Siendo un adolescente participó en «Aventura 92», la «Ruta Quetzal» de Miguel de la Cuadra Salcedo de los noventa, una anécdota que dice mucho de su vocación temprana. «Presenté al concurso un programa de ordenador sobre el calendario maya. Seleccionaron el trabajo, pero al final el equipo no ganó el premio, un viaje a Sudamérica», explica entre risas.

Los veranos de Daniel Salas eran más cortos que el de muchos de sus compañeros. «Los idiomas siempre fueron muy importantes en mi formación. Aprovechaba los veranos con la ayuda de mis padres para ir al extranjero a aprender: un mes a Inglaterra, otro a Francia...», explica. Y así, un curso tras otro. El avilesino no dudó ni un segundo qué carrera elegir. Estudió Ingeniería Técnica Informática en la Universidad de Oviedo, años en los que «hubo luces y sombras». Las últimas cinco asignaturas se le atragantaron, aunque tiene excusa. «Me iba relativamente bien y en el último año me apunté a un máster de Desarrollo de IBM AS400 que impartía la entonces Aceralia. Fui compaginando ese curso con las últimas asignaturas. Tardé en sacarlas, pero en cuanto acabé el máster empecé a trabajar», argumenta.

Salas Campo compaginó trabajos como «freelance» para pequeñas empresas con su otra faceta, desconocida para muchos: portero y acomodador en el Teatro Palacio Valdés. «Estuve muchos años en el teatro. Era una forma de practicar idiomas y de sacar dinero para ir mejorando el equipo informático», relata. Su carrera profesional comenzó en 1997 en Seresco, donde realizó programas para clientes en el Departamento de Desarrollo y formó parte del equipo de I+D (investigación y desarrollo). Dos años después se incorporó a CSC, la firma norteamericana que aterrizó en Asturias de la mano de Du Pont, con sede en el valle de Tamón. Entonces trabajó en el desarrollo y la jefatura de proyectos de gestión y aplicaciones con tecnología web para Du Pont y formó parte del equipo que germinó el actual Centro de Tecnología de la Información de CSC en Asturias, con sede en el parque empresarial local.

El año 2005 está marcado en rojo en el calendario profesional y personal de Salas Campos. El 25 de agosto de ese año nació su hija mayor, Candela (tiene otra de cuatro años, Victoria). «Recibí una llamada de mi jefe. Pensé que era para felicitarme por mi paternidad. Me dijo que cambiaba de puesto y que yo sería el responsable del centro de CSC en Asturias. En septiembre se formalizó el nombramiento», explica. Tenía tan solo 31 años.

Pero el ascenso del informático avilesino no quedó ahí. En 2007 Salas pasó a formar parte del comité de dirección de CSC España y fue progresando a la vez que lo hacía el centro avilesino. «En 2008 creamos la unidad de negocio de Asturias para el desarrollo comercial y empezamos a vender directamente a clientes nacionales», explica. Este avance también le aportó un logro personal: «Se consiguió cerrar el contrato más importante en cuanto a ingresos que se firmó para un cliente nacional en España».

En enero de 2012, y en el marco de un plan de reorganización de la compañía, el avilesino fue nombrado responsable de outsourcing (la unidad encargada de la externalización de servicios) de España. El último peldaño en su ascenso: asumir la dirección general de mantenimiento y desarrollo de aplicaciones para el sur de Europa, un paso más que se enmarca en un plan de transformación de la compañía. Mayor cargo, aún más responsabilidad.

Jesús Daniel Salas considera fundamental un cambio en el modelo económico español para salir de la complicada coyuntura económica. «La situación de España es complicada, pero no única. El problema es enfocar hacia dónde queremos caminar y cómo diferenciarnos. Otros países se han especializado en áreas de negocio. Hay que asumir que nunca vamos a ser más baratos que China o Taiwán. Para ser competitivos hay que invertir en talento, en formación, en conocimiento, en I+D, y en todo esto España está a la cola. Hay que impulsar productos de valor añadido», opina.

El joven avilesino echa la vista al pasado e intenta predecir el futuro de sus hijas. «No van a seguir en Avilés, ya intento concienciar a mi mujer... Seguramente tendrán que estudiar fuera y quizás hacer su vida en el extranjero si quieren desarrollar una carrera profesional. Si me lo puedo permitir, tendrán la mejor formación posible. Creo que es el mejor legado que unos padres pueden dejar a sus hijos».