La trayectoria de José Luis Casas (León 1979) le ha llevado desde la exterioridad y la rotundidad a vislumbrar el interior, un mirar dentro del vacío y descubrir la esencia, en un proceso de apertura y vaciamiento que es todo un festín geométrico. Manifestando diferentes afinidades estéticas e influencias, puede hablarse del constructivismo como el lenguaje que maneja con mayor fluidez y la presencia de Amador (Ceuta, 1926-Madrid, 2001), vinculado desde su infancia a Asturias, como el artista con quien mantiene una sensibilidad muy próxima. Con exposiciones individuales en León, Asturias, Madrid y Zaragoza ha recibido el premio «San Marcos» VI Edición, Modalidad de Escultura, Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca (2002) y una Ayuda a la creación artística, área de escultura del Instituto Leonés de Cultura (2003). Su obra se encuentra en la Fundación Carriegos, Fundación Museo Evaristo Valle de Gijón y en el edificio Proconsi en el Parque Tecnológico de León. Sus esculturas públicas de gran formato como «Intramuros» (2006), en el barrio de «La Lastra» en León; «Desencuentro» (2007), situada en el parque escultórico Monte San Isidro, y «Topos» (2010), en el Centro Especializado de Alto Rendimiento Deportivo de León, realizadas con diferentes materiales, tienen vocación arquitectónica, de ocupación del espacio, mediante elementos horizontales y verticales.

De los iniciales postulados que animaron el constructivismo integrado en el movimiento revolucionario bolchevique, del concepto de construcción opuesto a la idea occidental de composición, de compromiso más que de reflexión, hoy sólo nos queda la búsqueda, enmarcada en lo abstracto, de procesos de depuración geométrica. Con razón ha señalado el crítico Ronald Hunt que «el constructivismo probablemente sea el término del que más se ha abusado en el mundo del arte» hasta el punto de convertirlo en el lugar de encuentro y de referencia de numerosos artistas en su exploración de la forma.

En este caso se encuentra José Luis Casas, cuyos volúmenes se mueven en operaciones de construir-destruir, en dramáticas composiciones que a la presencia y fortaleza de la materia física le suceden aperturas, huecos, teniendo como referencia espacial, en numerosas ocasiones, la matriz cúbica. «He jugado -señala el propio artista- con las construcciones, con las adiciones, con los contrarios, con los sometimientos de la forma, con los desalojos espaciales y geométricos».

En esta estrategia se producen hibridaciones entre materiales -alabastro, acero y madera- que combina buscando sensaciones de masa y ligereza, pero también están los cortes, las disecciones, la descomposición de formas, la búsqueda de la pureza y de la esencia, el contraste entre lo dinámico y las estructuras más estáticas, la madera sirviendo de apoyatura, los acabados depurados, la matemática asaltando los volúmenes, el escudriñar los rincones de la piedra, el trazo desplegado en el aire del acero, lo lleno y lo vacío, la exploración de las tensiones, una plástica común a muchos artistas que hurgan en la geometría y de los que José Luis consigue diferenciarse dotando la materia de expresión y sensibilidad, llevándola hasta el límite.