Cineasta, presentó ayer «Los ilusos» en Avilés

Lo que de verdad le gusta a Jonás Trueba (Madrid, 1981) es hablar de cine, escribirlo, producirlo, dirigirlo... Es autor del largometraje «Todas las canciones hablan de mí» y, ahora, de «Los ilusos», que se presentó anoche en el cine del Centro Niemeyer. Conversa con LA NUEVA ESPAÑA en la terraza de la cafetería del complejo cultural. Sobre la mesa, una cámara de fotos. Y ganas de recorrer la ciudad antes de regresar a Madrid. «Estuve en Piedras Blancas, pero no conocía Avilés», dice.

-Iba a preguntarle por su nacionalidad, si era español o francés.

-(Risas) Me acusan de afrancesado habitualmente. Mi padre [Fernando Trueba] dice siempre que prefiere a los afrancesados que a los franceses. Los afrancesados eran aquellos españoles...

-...Con ínfulas de liberales.

-Esas ínfulas y lo que quieras, tan mal vistas, pero a lo mejor no tienen la petulancia habitual del parisino común y, sin embargo, sí las ganas de disfrutar de la cultura, de entender la vida y el arte de una manera particular. La verdad es que este es un tema que, fíjate, me daría mucho de qué hablar. Cuando te dicen esto de ser francés, de que mi película es así, no sé, siempre conlleva un acento de desprecio, como lo de intelectual. Sí que es verdad que la cultura francesa, de alguna manera siempre ha estado cercana a mí, a mi educación. Mi padre ya sabes que sí que es un afrancesado, no yo. Yo lo que he tenido es un contacto con esa cultura que me resulta tan familiar como la española. O más. Cuando te dicen francés casi siempre quieren decirte pedante, petulante...

-Lo decía Gene Hackman en «La noche se mueve». Ver una de Rohmer era como ver crecer la hierba.

-Justo ayer hablábamos de esto, con el director Matías Piñeiro, que estuvo aquí en el Niemeyer....

-Hace unos días.

-Lo vi en Madrid. Parece mentira que esa frase divertida se ha quedado como un dicho sin posible discusión, cuando Rohmer era uno de los cineastas más rápidos y, probablemente, más divertidos de su época. ¡Qué injusticia! Son clichés que sirven para que mucha gente, al final, descalifiquen a ciertos artistas, a ciertos cineastas. Y así, de paso, se ahorra el trabajo de verlos y descubrir que en realidad esos cineastas son los más divertidos y los mejores. Me lo decían también con mi anterior película. Yo me preguntaba: ¿Qué pasa? Que porque hagas una película donde salen un chico y una chica paseando por un parque, ¿eres francés? ¿No hay parques en Madrid? ¿Somos europeos o no? Yo sí lo creo, y me parece que no debemos tener ese complejo. Te acusan de afrancesado porque tus personajes paseen y hablen de amor. Esto da que pensar. Y encima es que yo veo mis películas muy madrileñas y poco francesas.

-Quizá fuera porque «Ópera prima» tenga que ver con la «Nouvelle Vague» y su películas, a su vez, con las comedias de los ochenta.

-No niego que existan estos vínculos, pero también aquellas películas tenían que ver con las comedias clásicas americanas. Yo entiendo esto como una mixtura: el cine europeo siempre ha vivido del cine americano y el americano, del europeo.

-Pues, qué quiere que le diga, «Los ilusos», tiene un aire a «A band apart»

-Ojalá. La película está rodada en blanco y negro, en 16 milímetros y yo sé que eso le otorga un áura estética que puede remitir a eso, a Godard. Porque conoces esa película, porque te gusta. Pero otro periodista puede ver otras referencias: el cine checo, no sé... Las referencias están más en el espectador que en mí mismo. «Los ilusos» es la suma de muchas circunstancias: le carga el título, el blanco y negro, el 16... Pero se ha decidido así porque disponíamos de todos estos elementos.

-Y es que una de las singularidades de la película es su proceso de producción.

-No busco hacer una película a la manera de... si remite a la «Nouvelle vague», pues me parece bien. Es verdad, el proceso de producción ha sido un tanto azaroso. Del resultado de tener una vieja cámara de super16 milímetros, de que a otro amigo director le sobraban latas... Teníamos ganas de rodar sin más, teníamos ganas de hacer cosas. Nos juntamos unos amigos que vivimos en el mismo barrio de Madrid, en Lavapiés, y toda la película está rodada en el mismo barrio, en cuatro calles, por comodidad, porque era la manera de juntarnos casi de un día para otro, llamándonos la noche anterior, si puedes quedar mañana por la mañana... Así estuvimos rodando casi siete meses, veintipico jornadas, acumulando experiencias.

-De eso va la película.

-Sí, porque la película se nutre del proceso creativo. Quisimos abrirla bastante para que en ella se pudiera ver ese mismo proceso.