Historiadora, presenta hoy su tesis doctoral, un estudio de la mujer asturiana entre 1900 y 1931

Myriam MANCISIDOR

Sonia García Galán (Avilés, 1981) contaba ayer las horas que le faltaban para presentar su tesis doctoral: «Entre la casa y la calle. Cambios socioculturales en la situación de las mujeres en Asturias, de 1900 a 1931». La lectura se celebrará hoy, a las 11.30 horas, en el salón de grados del Departamento de Historia, en el campus del Milán. Después de cuatro años de trabajo, García Galán avanzó a LA NUEVA ESPAÑA las conclusiones de su estudio, que contó con la beca «Severo Ochoa». Los encargados de calificar la tesis de García Galán serán Jorge Uria, de la Universidad de Oviedo; María Dolores Ramos, de la Universidad de Málaga y Ana Aguado, de la Universidad de Valencia. Junto a la joven avilesina estará el director de la tesis, Francisco Erice.

-¿Qué fuentes consultó durante cuatro años para estudiar un periodo tan amplio de la historia contemporánea?

-Me basé, principalmente, en recortes de prensa. Los periódicos eran, a principios del siglo XX, el principal y casi único medio de comunicación. Fue así como inicié una investigación global, que abarca muchos campos. Estudié una época de importantes avances pero también de resistencia pues continuamente se debatía lo que se llamó «cuestión de la mujer»: el análisis de si la mujer debía participar en política o no, si podían estudiar o no... También consulté los padrones municipales de Gijón como zona industrial, Mieres como ciudad minera y Castropol, como área rural y a donde los cambios llegaron más tardíamente. También utilicé fotografías e informes del Instituto de Reformas Sociales.

-¿Por qué eligió las tres primeras décadas del siglo XX para estudiar la situación de la mujer en Asturias?

-Me interesaba saber si los avances que se produjeron en la II República ya venían de atrás. Habitualmente, cuando en España se hace alusión al siglo XX es únicamente para hablar de la Guerra Civil o, como mucho, de la República, cuando anteriormente también ocurrieron hechos. En Asturias, además, hay pocos estudios de este tipo. En este momento hay una tesis en marcha de Claudia Cabrero Blanco sobre la lucha de las mujeres en el franquismo y otra ya presentada, de Carmen Suárez Suárez, sobre las mujeres en la transición y el movimiento feminista. Creí acertado, ante estos estudios, investigar los cambios socioculturales que vivieron las mujeres entre 1900 y 1931 para completar una primera visión de la historia de las mujeres en Asturias en el siglo XX.

-¿Hay algo que le llamara especialmente la atención?

-Me sorprendió descubrir que en estos años se dieran periódicamente casos de infanticidio, sobre todo por mujeres solteras desprotegidas por la ley. En el tiempo que estudié, las mujeres no tenían acceso a métodos anticonceptivos y el aborto no estaba legalizado, por lo que muchas mujeres sólo tenían dos opciones: abandonar a sus criaturas en los hospicios o el infanticidio. Esto cambió en la II República cuando se aprobó la investigación de la paternidad. La conclusión a la que llegué es que en sociedades en las que no se permite el control de la natalidad se pueden dar estos casos, actualmente en España imposibles de entender. Lo que me resultó difícil fue cuantificar el número de casos de infanticidio.

-Pero la maternidad tenía un papel importante

-Así es. En estos años se dio mucha importancia a la maternidad y a la vida infantil porque se consideraba un elemento para el futuro y para el progreso de las sociedades.

-¿Algo más?

-También me llamó la atención que en las primeras protestas obreras, consideradas espontáneas porque carecían de estructura sindical, las mujeres eran las que tenían todo el protagonismo. En el momento en el que maduran sindicalmente y se van integrando en organizaciones son los hombres quienes las representan y negocian por ellas. De tal forma que integrarse en estas organizaciones les dio fuerza, pero las alejó de los puestos de liderazgo. Tanto es así que ante la proximidad de la República ellas debieron reconquistar su espacio para defenderse.

-¿Qué me dice del movimiento asociativo de las mujeres?

-Me resultó curioso saber que en Gijón, en el barrio de Natahoyo, había una asociación de mujeres republicanas llamada Asociación Feminista Anticlerical. En esta época, el republicanismo no se oponía sólo a la monarquía sino que estaba también el anticlericalismo, que no iba en contra de las creencias sino contra la Iglesia como institución. Estas mujeres, entonces, hacían registros civiles: bautizos, bodas... Incluso el entierro de una de las fundadoras, Alvarina García Álvarez, fue civil.

-Era una sociedad patriarcal...

-Si, las leyes empezaron a cambiar en la II República. En esta época, más allá del voto, la mujer no tenía ningún derecho: de joven era tutelada por su padre y de casada, por su marido. A principios del siglo XX tuvo, por ejemplo, mucha importancia la maternidad.

-Surge así la mujer moderna

-Frente al modelo tradicional de madre y esposa surge otro alternativo, el de la mujer moderna. Lo representa una generación de chicas jóvenes que empieza a estudiar. El papel de las mujeres durante la I Guerra Mundial tuvo mucho que ver: como todos los hombres estaban en el frente quienes debieron hacerse cargo de la sociedad fueron las mujeres. Así entraron en las fábricas a ocupar puestos de hombres, empezaron a pilotar aviones o a conducir tranvías. Todo esto sirvió para que cambiara un poco la mentalidad de la gente.

-Lo de la conciliación de la vida laboral y familiar no es algo nuevo entonces...

-Ya lo tenían que hacer a principios del siglo XX las mujeres, aunque el trabajo variaba mucho de una zona rural a una urbana. En Castropol, por ejemplo, eran las abuelas las que cuidaban a las criaturas mientras las mujeres iban a trabajar al campo. En Gijón, la mayoría de las mujeres trabajaban en fábricas de textil, tabacos, la industria tipográfica e, incluso, metalúrgica. También había mucho servicio doméstico porque, en aquel entonces, tener criada era baratísimo. En Mieres había mucha más población masculina por la mina y fueron ellas las que sostuvieron todo el sistema: mantenían a la familia y también atendían a huéspedes en sus casas. Ante esto, eso de que la mujer de antes no trabajaba es falso, sólo que su trabajo no era reconocido. Un ejemplo: en 1930 trabajan en la tabacalera de Gijón 900 mujeres y en el padrón figuran cien.