El certificado de eficiencia energética, aprobado en Real Decreto el pasado 5 de abril, constituye «un intento más» de los gobernantes «de parar la sangría de emisiones de dióxido de carbono y el despilfarro energético que se dan día a día en todas las ciudades del mundo». Independientemente del daño al medio ambiente, debido al crecimiento exponencial de la población, los expertos calculan que en el año 2030 las demandas de energía serán «insostenibles».

Así lo explicaban ayer en el Club de LA NUEVA ESPAÑA Felipe González, responsable de deficiencia energética del Colegio de Ingenieros Técnicos Industriales de Asturias, e Ignacio Pérez, ingeniero técnico.

«La fuente de energía más importante del futuro es la eficiencia», afirma Pérez. Por ello, el certificado de eficiencia energética, asunto principal de la ponencia, es un gran paso para intentar reducir las cantidades de energía que se desaprovechan día a día. «En una vivienda unifamiliar, la mayor parte de la energía se desaprovecha por las paredes y por el techo», expone Pérez.

El certificado de eficiencia energética, que debe incluir los niveles de consumo y dióxido de carbono del edificio, ya es necesario para vender o alquilar una vivienda. Así, los compradores o arrendatarios tendrán toda la información necesaria para conocer la situación de eficiencia energética.

Los edificios o viviendas se calificarán en una escala de la A a la G, siendo la primera la situación ideal. De esta forma, se expedirá una etiqueta similar a la que ya se puede encontrar actualmente en los electrodomésticos, donde se detallarán todas las condiciones del edificio. Por otro lado, el técnico encargado del informe detallará recomendaciones con las que el edificio podrá mejorar su situación energética. «Sin embargo, a veces estas no son viables, porque no se tienen en cuenta condiciones como el espacio disponible», lamenta González.