C. G. M.

Tres años después del inicio de las obras y una vez subsanados los obstáculos derivados de las estrecheces económicas fruto de la crisis y que han retrasado su apertura, la residencia de mayores del Nodo es una realidad. Esta construcción ayudará a paliar las listas de espera en este tipo de centros pero, sobre todo, permite el realojo de los 57 usuarios de la residencia de la calle Jovellanos que ha cerrado sus puertas ya que su edificación en altura no se adapta a las necesidades de las personas mayores.

Este espacio ahora vacío podría pasar a ser ocupado por la Asamblea Comarcal de Cruz Roja -cuya sede se encuentra en el mismo edificio- si prosperan las negociaciones que Cruz Roja Española establecerá con el Ayuntamiento de Avilés. "En su día perteneció a Cruz Roja y la idea es que revierta en la organización. Ello nos permitiría desarrollar muchos programas imposible de llevar a cabo por falta de espacio", apuntaba ayer Nelly Fernández, presidenta comarcal de la organización no gubernamental y presente en la inauguración de la residencia del Nodo; no en vano, la vinculación entre ambas instituciones viene de lejos. Por tal motivo, estos días, los voluntarios de la institución se volcaron con el traslado de sus antiguos vecinos. "Nuestras furgonetas han realizado diecinueve viajes", señalaba Nelly Fernández.

El día de ayer fue de gran ajetreo para el personal de la residencia Jovellanos, que inició su jornada en el viejo edificio y la finalizó en el flamante del Nodo. El traslado se llevó a cabo después del desayuno y una vez que los ancianos descansaron un rato, comentó María José Suárez Fernández. Varios vehículos, entre autobuses y furgonetas adaptadas para el traslado de sillas de ruedas intervinieron en el cambio. Una vez en su nuevo hogar, los residentes colocaron sus objetos personales en sus habitaciones y comieron. "No nos podemos quejar; la comida es buena y abundante. Podemos repetir cuanto queramos", señalaban Maruja Fernández y Manolita López entre fotos familiares y una Virgen de Covadonga que ocupa un lugar destacado en la estantería de la habitación que comparten.