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Notas al margen

Hambre de inauguración

Hambre de inauguración

Como no tenemos un chavo, los políticos andan penando por las esquinas porque no hay una mísera inauguración que llevarse a la boca. Antaño todo era cintas cortadas al viento, primeras piedras alineadas, asfalto y ladrillo por doquier. El que gobernaba sacaba pecho de las toneladas de hormigón y se reconfortaba con el horizonte de grúas o el montón de licitaciones sobre la mesa del despacho. Y todo ello se celebraba en las carpas móviles, entre canapé y pincho de tortilla. Ahora, como las ocasiones para salir en la foto son pocas o las que hay no demasiado honrosas para algunos, la inauguración es como un oasis que calma la sed de concejales, diputados y consejeros en su peregrinar con los presupuestos exiguos. La apertura, con bastante demora, de la residencia de ancianos del Nodo sirvió ayer de ejemplo. Pero la tijera que otrora seccionaba las festivas cintas, es hogaño la que cercena las cuentas. Y lo peor, la que pende sobre nuestras cabezas y rebaja salarios, pensiones, becas y, en definitiva, nos hace cada día menos libres.

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