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No tenemos remedio

Los males que aquejan a nuestra sociedad

No tenemos remedio

Permítaseme entresacar unos párrafos de lo que escribía el insigne novelista don Benito Pérez Galdós en "La fe nacional" hace nada menos que cien años: "Los políticos no aspiran a otra cosa que a pastar en el presupuesto. No harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos... Si nada se puede esperar de las turbas monárquicas, tampoco debemos tener fe en la grey revolucionaria (...) No creo ni en los revolucionarios de nuevo cuño ni en los antediluvianos (...)

La España que aspira a un cambio radical y violento de la política se está quedando, a mi entender, tan anémica como la otra.

Han de pasar años, tal vez lustros, antes de que este Régimen, atacado de tuberculosis ética, sea sustituido por otro que traiga nueva sangre y nuevos focos de lumbre mental".

Pues bien, desde entonces hemos cambiado de régimen político tres veces, con una desastrosa guerra civil de por medio, hemos llegado a la democracia entre una inusitada emoción de vítores y complacencias con la ejemplar transición, hemos hecho una Constitución que, entre todos nos hemos encargado de sacralizar, y que también entre todos nos hemos encargado de hacer inoperante y, para poner la guinda al pastel, hemos dividido España en diez y siete reinos de taifas cuyas apetencias, rivalidades, gastos desmesurados, ineficiencia y contradicciones administrativas y legislativas, contribuyen de manera imparable a hacer realidad a día de hoy las amargas consideraciones de Don Benito y a echar por tierra sus esperanzas lejanas en que transcurridos "años o tal vez lustros", pudiéramos tener un panorama político más halagüeño.

No alcanzo a comprender si lo que sucede es que la Historia tiende a repetirse o, mejor dicho, a perpetuarse, o si la condición humana es incapaz de otro progreso que no sea el tecnológico, porque, indudablemente, en los últimos cincuenta años el progreso material ha sido enorme y en verdad nos ha reportado comodidades y ventajas que eran difícilmente imaginables a mediados del siglo pasado

Sin embargo, en el terreno ético y moral hemos avanzado más bien poco. Cada día, al leer el periódico, saltan a primera página los escándalos y las corrupciones de los gobernantes y de sus inconfesables asociados, y parece que el asunto no tiene final porque una vez apagado un asunto feo, surge inmediatamente otro de igual o de peor cariz que no hace sino desmoralizar al sufrido contribuyente, desencantándole de la deriva que toma la política que, en vez de ser entendida como un servicio público y, por lo tanto, una noble vocación, se convierte en una cueva de Alí Babá cuyo fondo es verdaderamente imprevisible.

La pérdida de valores que en la sociedad de 1812 denunciaba don Benito se ha visto monstruosamente aumentada con el paso del tiempo y si no surge en España un verdadero movimiento regeneracionista, poniendo la religión, la moral, la educación y la honestidad por encima de todo lo material, vamos a un abismo en el que ya estamos cayendo y del que no podremos salir.

Ya en su tiempo un hombre tan ilustre y clarividente como fue Joaquín Costa, advirtió de la necesidad de un cambio de rumbo. Desgraciadamente sus ideas y consejos cayeron en el olvido y así nos va.

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