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La secesión y la recuperación

La mejora económica choca con los intereses de la Generalitat

La secesión y la recuperación

Con motivo del regreso triunfal de Rajoy de su viaje a Washington, donde recibió parabienes por su liderazgo en la reconducción de la economía española, se ha recordado aquella portada de "The Economist" que reproducía el conocido toro de Osborne, con un semblante famélico y con menos atributos que el original. Era para el periódico británico el símbolo del decaimiento de la economía española. También "The New York Times" representaba la situación con la imagen de rebuscadores de comida en contenedores.

Solamente ha pasado menos de un año y parece que la prensa anglosajona ha descubierto una España "different", señalándola como la gran oportunidad del momento para hacer negocios.

En esa línea, las biblias del mercado, "The Wall Street Journal" y "Financial Times" publican artículos valorando el cambio experimentado y que parece consolidada la marcha por la senda de la recuperación, que si bien es aún incipiente y débil, especialmente por lo que se refiere al empleo, se afianza gracias a la consolidación fiscal, actividad industrial, la mejora de la balanza comercial, la inversión extranjera, el turismo y la recuperación de la confianza en los mercados.

Analistas y agencias de "rating" ya han revisado anteriores apreciaciones y ahora recomiendan invertir y comprar deuda española. Si este cambio podía servir para dar ánimos a los ciudadanos, con la esperanza de que la mejoría se extienda pronto a la economía real, a los que hacen cola en el Servicio de Empleo, a los que sufren los ERES, a los emprendedores que buscan crédito, a ese gran colectivo de 10 millones en el umbral de la pobreza, ocurre que los intentos de secesión de Cataluña y la alteración del orden constitucional interrumpen esta débil andadura en la recuperación y hacen aún más difícil la vuelta a una normalidad económica y social.

España puede, a corto plazo, sufrir un shock negativo de carácter interno a causa de las maniobras secesionistas de Artur Mas que cada día alcanza dimensiones más graves.

Es conocido como la Generalitat y su Servicio Exterior Catalán, andan inquietando a las cancillerías de la Comunidad Europea, y también en América y Asia, explicando sus pretensiones y ofreciendo ventajas para la inversión en Cataluña. Todo ello está motivando que en la estrategia inversionista se haya introducido el parámetro del "riesgo catalán" que por lo pronto supone paralización en las decisiones y cortocircuito a la creación de empleo. Ya hay en marcha planes de deslocalización, en uno u otro sentido, que afectarán a las plantillas.

La agencia Moody's acaba de hacer público un análisis de los graves daños que se producirán en la economía española si se consumase la secesión y aconsejando prudencia para ver cómo evolucionan los acontecimientos.

Hasta ahora se veía el desafío soberanista como una "algarabía" que diría Rajoy, pero ahora conforme la ruptura va cumpliendo sus etapas se percibe que la secesión puede ser una realidad y que la mera incertidumbre e inestabilidad introduce un elemento negativo de crecimiento de la economía y que no vale la respuesta o el discurso de la legalidad o ilegalidad sobre la consulta y el plebiscito. Para la economía importa poco, lo que exige es clarificación porque el capital, el público y el privado sienten aversión al riesgo, sobre todo cuando dependen de factores incontrolables como es, actualmente, la situación catalana.

La sombra de la desintegración territorial tiene consecuencias negativas de forma inmediata tanto emocionales como económicas, por lo que hace falta que de forma urgente comunicar desde el Gobierno y las instituciones, a los ciudadanos, a todos, incluyendo lógicamente a los catalanes, de las consecuencias no solamente a nivel del país sino de las repercusiones en el contexto individual. Poner las cartas boca arriba que permitan una decisión meditada. Ya está bien de mirar al tendido.

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