El equipo de Sadim, la empresa del Grupo Hunosa que gestiona el museo de la mina de Arnao, con Guillermo Laine como director técnico e Iván Muñiz como director cultural, sigue profundizando en la historia del emblemático conjunto minero industrial de Castrillón. Guillermo Laine, director técnico de Sadim e Iván Muñiz, director cultural del museo de la mina, están ampliando los estudios sobre la que se considera primera mina asturiana y buceando en los archivos históricos.

Una de las etapas más desconocidas de la mina de Arnao, la que antecede a la llegada de los belgas y a la fundación de la Real Compañía Asturiana de Minas (RCAM) en 1834, ha recibido nueva luz con el hallazgo de un documento de gran trascendencia, la licencia concedida en 1828 a Juan Biesca, vecino de Avilés, para la explotación de dos minas de carbón en Arnao. "El documento se encontraba en el Archivo Histórico de Asturias y ha permanecido inédito hasta ahora. Conocíamos ya la existencia de Juan Biesca y su explotación, pero no sabíamos el momento en el que había empezado ni las circunstancias" indicó Guillermo Laine, que pudo localizarlo en una consulta del Archivo.

"Es un documento muy importante que cambia en cierta manera la imagen que teníamos de la llegada de los inversores belgas y de los orígenes de la mina de Arnao. Los datos apuntan a una irrupción bastante más polémica de lo que en ocasiones se ha llegado a pensar", manifestó Iván Muñiz.

"En esos momentos España estaba en situación de crisis. Dos de las acciones del Gobierno se encaminaban a conocer el estado de las minas del carbón y obtener financiación extranjera. En Arnao, la comisión de facultativos advirtió de que la explotación era deficitaria y de hecho el criadero de Santa María del Mar se había venido abajo, según sus palabras. Ese informe permitió al Gobierno considerar abandonada la explotación y revocar la licencia de Biesca en unos momentos en los que sospechosamente se encontraba en negociaciones con los inversores extranjeros", explica Guillermo Laine.

El 30 de abril de 1834 Nicolás Maximiliano Lescinne, banquero belga, y los españoles José María Ferrer y Felipe Riera, firmaron ante notario los acuerdos por los que se constituía la RCAM con un capital inicial de 450.000 reales de vellón.

"La duda que se plantea ahora y que siempre nos hemos preguntado es si la gestión de Juan Biesca de la mina fue tan desastrosa como indican los informes o si trató de exagerarse el mal funcionamiento para retirarle la licencia y concedérsela a los belgas. Para el Gobierno español siempre era más apetecible atraer a grandes industriales extranjeros con importante capital y técnicas novedosas", afirmó Iván Muñiz. La renuncia de Juan Biesca a las concesiones mineras de Arnao no fue voluntaria y la herida jamás se cerró, sostienen Laine y Muñiz. "Podemos afirmar que el hecho preocupó a la RCAMC, pues en cartas de años posteriores se menciona que el señor Juan Biesca sigue de cerca la marcha de la mina con la pretensión de presentar demanda en el caso que se paralice o sufra algún percance. Esto sugiere que intentaba recuperar su explotación", aseguró Guillermo Laine.

"Por una de esas decisiones oficiales que cambian el rumbo de la historia, la mina pasó de manos asturianas a manos belgas. De lo contrario, es posible que todo lo sucedido en Arnao hubiese sido muy distinto. Y también lo hubiese sido la historia de la minería del carbón en Asturias, teniendo en cuenta que numerosas técnicas y formas de explotación que acabaron adaptándose fueron introducidas por los belgas en Arnao", concluyeron Guillermo Laine e Iván Muñiz.

El director técnico y el director cultural del museo de la mina de Arnao se han propuesto ampliar los referentes históricos para que los visitantes tengan las mayores datos posibles de lo que ven en su recorrido por la mina. Un estudio arquitectónico sobre el origen del castillete de la mina de Arnao que avanzó este periódico el pasado lunes, concluye que la construcción primitiva era mucho más simple que la actual, ya que se trataba de una torreta de madera al aire libre.

El primer pozo vertical de Asturias se puso en marcha en 1834 y los complementos arquitectónicos fueron introduciéndose paulatinamente hasta llegar a 1903, cuando se cubrió de cinc el tejado. De esa época data también el revestimiento de las fachadas del castillete con escamado de chapa de cinc. laine y Muñiz sostienen que las mejoras en el castillete coincidieron con la incorporación a la RCAM del arquitecto Tomás Acha Zulueta, autor también del proyecto de las escuelas del Ave María.