De reina de las fiestas del Bollo en 1957 a pregonera de los festejos de la primavera avilesina en 2014. Cerca de seis décadas después de visitar por primera vez Avilés, Beatriz Lodge, hija del que fuera embajador de Estados Unidos en España en tiempos de Eisenhower, vuelve a desempeñar un papel protagonista en la ciudad. El domingo, en la plaza de España, esta mujer estadounidense nacida en Londres se dirigirá a los ciudadanos "con mucho cariño", asegura, en un intento de devolver el que recibió de los vecinos de Avilés cuando, en plena adolescencia, con un español limitado, tuvo la oportunidad de conocer las costumbres asturianas en las que años más tarde ahondaría a través de amistades de la región y de otras visitas al Principado. Si bien entonces viajaba con su padre, en esta ocasión será su marido, el diplomático Antonio de Oyarzábal Marchesi quien le acompañe. Junto a ellos estará uno de los seis hijos del matrimonio y una nieta, Manuela, de diez años, que se vestirá de asturiana y participará en el desfile de carrozas.

Afable, extrovertida y conversadora, Beatriz Lodge es una mujer de mundo. Nació en Inglaterra, se crió en Estados Unidos, vivió en España, Ecuador, Japón, Dinamarca, Reino Unido... Viaja desde que tiene uso de razón y conoce bien los pros y contras de hacer y deshacer maletas, de alejarse de la familia y los amigos, de decir adiós o hasta pronto. Su vida ha sido un continuo ir y venir desde que en plena adolescencia, su familia se trasladara de Londres a Washington, ciudad en la que había nacido su padre, que antes de embajador fue actor e intervino en más de una veintena de películas, algunas al lado de destacadas figuras femeninas de la gran pantalla: Shirley Temple, Catherine Hepburn o Marlene Dietrich.

De Washington, la familia Lodge se mudó a España, donde esta dama alta, esbelta y que reconoce se cuida mucho - "tanto el cuerpo como el alma", dice-, conoció a su marido, un joven con un futuro profesional prometedor ante sí. La carrera diplomática a la que entregó su vida laboral le esperaba. Hablar distintas lenguas y proceder de países muy alejados no fue un obstáculo para la unión de una pareja que desde un primer momento despertó el interés de la sociedad española de entonces. La boda, "de ensueño", recuerda Beatriz Lodge, tuvo lugar en Nueva Jersey, en la finca propiedad de una tía de la novia. La revista "¡Hola!" publicó imágenes del flamante matrimonio, él vestido con uniforme diplomático y ella, según cuenta, luciendo un diseño del modista valenciano Pedro Rodríguez, uno de los baluartes de la moda española aunque no haya tenido la repercusión de otras grandes agujas como Mariano Fortuny o Cristóbal Balenciaga.

Durante su estancia en España, Beatriz Lodge se acercó a la alta costura del país y conoció y entabló amistad con Óscar de la Renta cuando todavía no era un afamado diseñador. "Lo conocimos a través de una amiga de mi madre y le encargó mi vestido de puesta de largo. También le hizo varios a ella, que he heredado. Sus modelos nunca pasan de moda, siempre son actuales", recuerda esta mujer desde su residencia en Madrid, ciudad en la que se instaló en el año 2000. En la capital de España se siente en casa. Sus hijos ya han emprendido sus propios rumbos -algunos lejos del núcleo familiar: en Chile, Miami o Washington-, pero su vida, después de años de intensa actividad social acompañando a su marido, no está vacía; colabora con entidades benéficas e intenta aliviar las carencias de las personas que necesitan ayuda. "Me gusta estar cerca de los desfavorecidos, de quienes no tienen la fortuna de tener familia o medios", dice con sencillez y humildad mientras agradece haber podido disfrutar de una familia y de haber compartido con su marido un trabajo que le permitió ver y conocer gentes dispares y países lejanos. De este tiempo guarda muy buenos momentos. "Cada país nos aportó cosas distintas", anota. Para todos tiene un recuerdo, si bien Japón le impactó por su diferencia: "Fue un reto muy grande, pero nos encontramos con gente muy hospitalaria".