Lo mejor del ser humano salió ayer a flote en una emergencia médica ocurrida sobre las 16.30 horas en el barrio avilesino de Sabugo y que estuvo a punto de costar la vida a una niña de 10 años de nombre Yaira. Javier Pérez Alonso, un extoxicómano actualmente sin techo natural de Oviedo que había venido de visita a Avilés con un amigo, se encontró de bruces cuando pasaba por la calle de La Estación con una madre desesperada que llevaba a su hija en los brazos e histérica pedía ayuda a voces. Javier Pérez, que en tiempos se formó como Ayundante Técnico Sanitario, tiró los bártulos que portaba al suelo y no dudó ni un segundo en auxiliar a la mujer; primero valoró la situación y comprobó que no había pulso, por lo que inició una serie de maniobras de reanimación cardiaca (RCP en el argot médico).

Al poco llegó al lugar un vecino de la calle, también sanitario, que al ver el cuadro volvió a casa para regresar con un fonendoscopio y un tubo de Guedel, una cánula que se introduce en la boca de los heridos para garantizar el paso de aire a los pulmones. Entre los dos mantuvieron artificialmente la circulación sanguínea y la respiración de la niña hasta que al cuarto de hora, aproximadamente, llegó al lugar la uvi móvil de la comarca haciéndose cargo los cuatro sanitarios que suelen viajar a bordo de las tareas de reanimación de la menor.

Una vez estabilizadas las constantes vitales de la niña, tarea que llevó más de veinte minutos y se desarrolló en plena calle y en un ambiente de máxima angustia, con decenas de curiosos y vecinos cruzando los dedos para que la niña saliese del shock, el personal médico condujo a la víctima y a su madre, presa de un considerable ataque de nervios, al hospital San Agustín, donde la pequeña quedó ingresada en estado grave y con respiración asistida. El diagnóstico de los sanitarios desplazados al lugar confirmó la gravedad de la situación vivida: paro cardiaco.

Como si no quisiera molestar, el héroe de la jornada, Javier Pérez Alonso, se hizo a un lado cuando llegó la ambulancia, volvió a cargar a la espalda la guitarra con la que viaja, recogió del suelo su mochila y se hizo invisible por las callejuelas de Sabugo sin siquiera despedirse. No obstante, según confesó luego, "estaba jodido" por la experiencia vivida y acabó por desandar los pasos y volver al lugar para preguntar a los médicos de la uvi qué esperanzas de vida le daban a la niña. El contenido de esa conversación no trascendió, pero al parecer ayudó a tranquilizar el estado de ánimo del vagabundo.

Este periódico localizó horas más tarde a Javier Pérez Alonso en el albuergue de transeúntes de Avilés, a cuya misma puerta pasaron los sucesos relatados. Se trata de un ovetense de 41 años, formado en técnicas sanitarias y que llegó a hacer prácticas para trabajar como ATS... Hasta que la droga se cruzó en su camino y también la cárcel. De hecho, según explicó el motivo de su visita ayer a Avilés era el reencuentro "con un compañero de talego", que hace pocos días salió del presidio de Villabona.

"Vinimos en tren a tomar unas cervezas a Avilés y cuando íbamos para el centro nos encontramos con esa mujer dando voces y pidiendo ayuda", relata. Pérez Alonso asegura que está desenganchado y que se medica con metadona. También que no es la primera vez que auxilia a gente en apuros, casi siempre personas sin suerte que viven en la calle como él. Ni se siente un héroe ni pretende pasar por tal, tan sólo dice a modo de justificación de su acción que hizo "lo que haría cualquier persona". Por cierto que cuando estaba practicando la RCP a la niña más de un viandante le miró con recelo por las pintas de vagabundo que le delatan. "Estoy acostumbrado; si la vida es jodida para la gente normal, imagínate para alguien como yo", justifica. Ayer, este ángel de la guarda de las calles asturianas se ganó el sueldo y dio a todos una lección inolvidable.