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Sentimiento bajo tierra

"ReMine" retrata las protestas de 2012 tras la mirada de los mineros y abre el debate sobre el futuro de lucha de los trabajadores

Ovación del público tras la proyección de "ReMine". MARA VILLAMUZA

Sentimiento, emoción y honestidad. Estos son los principales ingredientes de "ReMine, el último movimiento obrero", película documental que retrata las movilizaciones de los mineros en el verano de 2012 y que plasma una forma de vida en peligro de extinción. La cinta destila idiosincrasia asturiana, mucho más profunda que el Paraíso Natural que se "vende" en los folletos turísticos. "ReMine" cala en lo más hondo del espectador, haciéndole sentir un minero más aunque lo más cerca que haya estado de una mina sea la recreación del museo langreano. Porque todos somos mineros. Todos somos trabajadores.

Marcos Martínez Merino, director de la película, toma partido desde el minuto uno. Y lo hace por los mineros, por los obreros y sus familias. Quizás de ahí radique buena parte del éxito de "ReMine", que acaba de obtener el premio a la mejor película de la sección "Las Nuevas Olas-no ficción" del XI Festival de Cine Europeo de Sevilla. La película repasa los movimientos obreros mineros del verano de 2012 tras la mirada de sus protagonistas y de sus familias, sin tamiz político ni sindical. Y el espectador comprende por qué los cortes de carreteras, por qué el encierro en el Pozu Santiago (el más largo de la historia), por qué la Marcha del Carbón, por qué el fin de las movilizaciones pese al candado impuesto por el Gobierno a las reivindicaciones de los mineros.

El trabajo de Martínez Merino y Marta Fernández Crespo (productora) pone en entredicho los estereotipos de la minería asturiana. Y lo consigue con algo tan simple y básico como es dar la voz a quienes bajan a la mina, a los familiares que les esperan en la superficie. Casualidades de la vida, el estreno de la cinta ha coincidido en el tiempo con el estallido del escándalo por la investigación de la "fortuna" de José Ángel Fernández Villa, histórico líder del SOMA-FITAG-UGT. Villa es en "ReMine" un figurante. Aparece en tres planos, es uno más entre la multitud. Pero el espectador no puede evitar relacionar algunos testimonios de los protagonistas con el escándalo del hombre que tuvo un papel decisivo en la negociación de los fondos mineros. "Mucha gente se enriqueció con el carbón, pero los trabayadores ninguno", conversa el minero José Carlos Pazos con sus compañeros en una sobremesa de la larga marcha a Madrid. Pazos es en orden de aparición el primer actor del largometraje. Es el minero que pasa un chequeo médico y se prepara para volver a casa, prejubilado, a los 42 años: "Necesitan ir quitándonos de en medio par ir acabando con la empresa. Nosotros seguimos el juego de ellos, nosotros no lo pusimos, compran nuestro silencio pero a costa de ir callando a la gente para que vayas marchando pa casa con un sueldo digno. Tu problema ya se acabó, pero empieza el de los tus fíos".

La cinta plasma las dudas de los protagonistas de la Marcha del Carbón. Temían que su llegada a Madrid fuese un desastre, máxime cuando las negociaciones de Gobierno y sindicatos no avanzaban ni un ápice. Y también refleja a la perfección, con las canciones como aliadas para poner los pelos como escarpias y hacer aflorar la lágrima, cómo esos paisanos se sintieron héroes a su llegada a meta, aupados por los vítores de los cientos de miles de personas que aplaudieron su hazaña: "Madrid, entero, está con los mineros".

La decepción de los trabajadores por las infructuosas negociaciones entre Gobierno y sindicatos no pasa desapercibida. Su lucha era también una filosofía: "Lo que quieren es reducir el último movimiento obrero", exclama Gerardo Cienfuegos, líder de los trabajadores mineros. ¿Pero fue realmente la del verano de 2012 la última gran huelga, el movimiento obrero en Europa ha quedado aniquilado? El debate está servido gracias a "ReMine".

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