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La memoria fabril de la comarca La destrucción de una colección irrepetible

Arcelor fundió en la acería decenas de piezas de Ensidesa guardadas por interés museístico

La multinacional consideró chatarra viejas máquinas y enseres que los guardianes del pasado siderúrgico pretendían salvar como legado

Piezas de interés arqueológico industrial embaladas para su conservación antes de perderse su pista.

La memoria histórica de Ensidesa es hoy un poco más pobre tras saberse que su heredera, Arcelor-Mittal, aprovechó como chatarra -y en consecuencia fundió en la acería de Tabaza- decenas de máquinas, piezas y útiles siderúrgicos que en su día habían prestado servicios en diferentes talleres de Avilés. El material destruido pesaba varios cientos de toneladas, pero ni su notable volumen ni el hecho de que estuviese guardado y protegido de las inclemencias meteorológicas en una nave sin uso industrial próxima a la de Laminación evitó el desastre. Las piezas fueron añadidas hace unos meses en calidad de chatarra a los convertidores de la LD-III y allí, a una temperatura de 1.800 grados centígrados, se fundieron y pasaron a formar parte de las coladas de acero.

Las piezas perdidas habían sido recopiladas y salvadas de una destrucción casi segura gracias al interés que pusieron en su momento trabajadores de la factoría comprometidos con la conservación de elementos susceptibles de formar parte algún día de un pretendido museo de la siderurgia o de la industria avilesina. La cabeza visible de este movimiento era y sigue siendo Javier Gancedo, que fue responsable del departamento de Documentación y Archivo de Ensidesa (luego Aceralia y más tarde Arcelor) hasta que esa sección desapareció. El mismo Gancedo confirma ahora que todos los esfuerzos realizados durante los últimos años en pro de la conservación de objetos "únicos e irrepetibles" se han tornado inútiles y da fe de que existe un sentimiento de gran frustración entre todos los que colaboraron en la tarea de salvar de la quema piezas que, a su juicio, "eran dignas de formar parte de un museo, tanto por su singularidad industrial como por su estética, que en algunos casos conectaban con lo artístico".

Las piezas fundidas ocuparon primero una explanada al aire libre. A ese improvisado cementerio mecánico fueron llegando durante años motores, máquinas averiadas o dadas de baja debido a su sustitución por otras más modernas, moldes, piezas de ensayo, restos de demoliciones, útiles de trabajo y demás objetos, todos metálicos y muchos de ellos de grandes dimensiones. Con el tiempo, los recopiladores de este material lograron permiso para usar como almacén a cubierto una nave de mil metros cuadrados sin uso. Es precisamente de esa nave de donde en los últimos meses han desaparecido, camino de la acería para su fundición, todas las piezas.

"Lo más lamentable de todo es que nadie haya levantado un teléfono para llamar y avisar de que era preciso sacar todo lo que había allí dado que la nave, al parecer, va a ser utilizada ahora por Arcelor como almacén para productos siderúrgicos. No me consta mala fe, puede que ni siquiera haya habido un interés económico en ahorrarse cuatro duros de chatarra aprovechando como tal esas máquinas viejas; sencillamente, lo que hubo fue desidia", lamenta Gancedo, que cuando se enteró de la pérdida del "tesoro" no daba crédito.

Según el improvisado inventario de los guardianes de la memoria siderúrgica que acopiaron el "tesoro" ahora fundido, entre las piezas destruidas se hallaban máquinas talladoras que en su día funcionaron en el taller mecánico y que se usaban para fabricar piñones de precisión hasta que resultó más barato comprarlos a un proveedor que hacerlos, un taladro portátil de varias toneladas de peso usado en diversas dependencias de la factoría para obras complejas (como la extracción de grandes pernos rotos), una rectificadora de la marca Churchill única en su género, tornos, fresas y cepillos copiadores de estructuras curvas, entre otros ingenios mecánicos.

La nave donde iban a parar todos estos objetos también sirvió para conservar a la espera de tiempos mejores "joyas" singulares de la extinta Ensidesa como muchos de los equipos de la antigua central telefónica de la empresa, mobiliario de época de las oficinas centrales de Madrid (como un original "combi" que fusionaba televisión, radio y tocadiscos), aparatos electrónicos industriales de época, algunas de las cajas registradoras del antiguo economato de Llaranes, moldes de fundición... Todo ha desaparecido o se ignora su paradero. Según todos los indicios, lo susceptible de ser fundido acabó en el convertidor de la acería; el resto, en la basura.

Las malas noticias sobre el legado de Ensidesa no acaban aquí, pues por las mismas fechas acabaron en el vertedero de Cogersa varios cientos de kilos de documentos, planos, libros, archivadores y fotografías (afortunadamente las menos) que se guardaban en la subestación eléctrica de Trasona, dentro de la factoría de Arcelor. Este material debería de haber acabado algún día en el Archivo Histórico Provincial de Oviedo, que desde su apertura recoge, cataloga y protege en la medida de sus posibilidades el archivo documental de Ensidesa, pero el temor a un incendio por tanto papel acumulado -esa fue la razón argüida- propició una limpieza general y con ella la destrucción de los documentos.

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