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Brochas humanizadas

Carlos del Arco expone en "Con los pies en la tierra" doce meninas realizadas con brochones viejos y ya inservibles

Carlos del Arco Herrera, con algunas de sus obras. RICARDO SOLÍS

Como buen restaurador, Carlos del Arco Herrera sabe aprovechar los objetos viejos y deteriorados, aparentemente inservibles debido a su uso y desgaste, para convertirlos en piezas que brillen con luz propia. Ejemplo de esta habilidad salpicada de ingenio son las esculturas que integran la exposición "Con los pies en la tierra" y que presenta en el bar La Terraza de Rivero: 12 meninas realizadas con brochas viejas que salvó de una muerte segura en el cubo de la basura.

"Me gusta jugar con cuantos elementos me rodean y cuando las brochas se quedaban tiesas, antes de tirarlas, las metía en un cajón. Me sugerían algo pero no sabía qué era hasta que un día, después de haber hecho unas esculturas con una fesoria y otros aperos de labranza, decidí humanizarlas, darles una segunda vida más digna", comenta al describir el nacimiento de las muñecas que sorprenden al público por su originalidad.

Del Arco decidió transformar un instrumento tan común en una mujer basándose en su forma: "Es de fémina", dice. La primera que reformó fue la que aparece en el cartel anunciador de la exposición que puede visitarse hasta el día 26 de este mes de marzo. "Gocé con ella. Utilicé una brocha mediana y empecé a experimentar con el pelo, la cabeza, la altura... Tallo la cabeza con un cúter, a la antigua usanza, sobre el mango de la brocha, y con el trozo que sobra hago los moños", relata. Para el diseño del vestuario aprovecha el metal que rodea a modo de sujeción el pelo de la brocha así como las propias cerdas, convirtiéndose en elegantes trajes. Aún así, no busca la perfección, asegura, pero sí consigue sorprender. "Reconozco que no son perfeccionistas en el vestir porque no lo busco; algunas incluso tienen manchas originales con restos de pintura y el metal oxidado por el uso", indica.

La parte más compleja del trabajo fue, admite, la colocación de la base que sujeta cada menina, un pequeño trozo de madera con una varilla de acero muy fina para que no reste importancia a la escultura.

De las doce damas realizadas -diez expuestas-, Carlos del Arco Herrera no tiene una favorita. Todas son distintas, tanto en forma como en tamaño. Si bien asegura Del Arco que no se arraiga a los trabajos, confiesa que le da pena separarlas, quizás porque "lo pasé pipa haciéndolas. Son amorosas", concluye el artista y restaurador.

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