La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"Me voy recuperando, aunque tengo algún dolor", dice el percebero herido en Podes

Santi Budores, que se restablece en casa de su familia, no recuerda nada del accidente que sufrió en Punta Castiello el pasado 16 de junio

Santiago Álvarez Artímez muestra el traje que llevaba cuando sufrió el accidente.

Santiago Álvarez Artímez, más conocido como Santi Budores, es un enamorado de la mar. Aún no han pasado dos meses desde que casi perdiera la vida tras precipitarse por un acantilado de 16 metros en Punta Castiello (Podes) cuando iba a capturar percebes y ya piensa en volver a pescar y, principalmente, a practicar pesca submarina, su gran pasión. Durante estas semanas se recupera aún del fuerte golpe sufrido contra las rocas. Su vitalidad le hace mirar siempre adelante y con las mismas ganas con las que por primera vez se pegó un chapuzón en el Cantábrico o con la misma ilusión con la que comenzó a pescar con caña cuando solo tenía cinco años. "Poco a poco me voy recuperando, tengo un dolor en la clavícula y poco más, el esternón no me duele mucho, la verdad", afirma. Su pareja, Carmen Fernández, destaca que el hecho de que Santi Budores sea deportista, "sano y fuerte", le ha ayudado mucho a la hora de salir adelante. "Desde el principio, el apoyo de todo el mundo fue bestial", destaca Fernández, que recordó: "Todo el mundo decía: Santi sale de ésta". Y así fue.

Tras el accidente, recuerda poco o casi nada del duro golpe contra las rocas. "Recuerdo que fui a Podes y que me sacaron, poco más; y ahora, aquí estoy", afirma este percebero que ahora descansa en la casa de sus padres, en Budores (Verdicio), en compañía de su mujer, Carmen Fernández, y sus hijas, Sara, de seis años, y Paula, de apenas tres meses. Su familia prefiere el relax de este entorno rural a la vorágine veraniega de Luanco para que este hombre de mar de 33 años se recupere cuanto antes y cumpla su deseo de volver a la faenar. "Sin percebes, me costaría, pero podría soportarlo; pero sin pescar, no, de ninguna manera", confirma con toda seguridad

Aquel fatídico 16 de junio, la memoria de Santi se borró pasadas las ocho y media de la mañana. "A esa hora debí llegar a la mar porque coincidía con la marea", afirma este percebero, que el día anterior ya había visitado el pedrero donde llegó a perder el conocimiento. "Intenté ir a percebes, pero no lo conseguí", relata. El pescador no recuerda cómo cayó desde el acantilado, no sabe si resbaló o si le dio un mareo, todo es una incógnita. "No me acuerdo", reitera este hombre que ha ido recuperando la memoria en función de lo que le contaban sus compañeros de faena, amigos y familiares.

Desde que salió del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), el pasado 3 de julio, tiene que pasar otros dos meses de reposo. "Espero recuperarme antes", destaca. Eso sí, no dudará en acudir a la zona del accidente para "probar de nuevo esa bajada". "Lo haré por intentar recordar", señala sin apenas pestañear y sin miedo a que se vuelva a repetir una escena como la del pasado 16 de junio.

Ese día, Santi Budores salió de casa como cualquier otra jornada de trabajo. Fue solo a la mar, donde esperaba encontrarse con sus compañeros de tarea. Llegó al acantilado y cayó hasta el pedrero. Iba ataviado con un traje de neopreno, que a día de hoy, intenta recuperar pegando con pegamento especial cada una de las partes que quedaron afectadas como consecuencia del golpe. Algunas partes del traje las ha remendado.

Después de tres horas, aproximadamente, agonizando herido sobre las piedras de Punta Castiello, su compañero Castor José Salgado, el único percebero gozoniego que baja el móvil al pedrero, le encontró tirado sobre unas rocas. "Escuchó un ruido y alucinó, me dijo hace poco", relata. El rescatador llamó por teléfono al servicio de emergencias y tan pronto como pudo un helicóptero medicalizado se trasladó a la zona.

"Llegó muy flojo de fuerzas al Hospital San Agustín, iba perdiendo mucha sangre", cuenta su pareja. "La peor parte se la llevó el costado izquierdo y menos mal que llevaba el traje de neopreno, que amortigüó el golpe", dice. En el centro hospitalario avilesino fue operado por primera vez y, posteriormente, fue trasladado al HUCA donde luchaba constantemente contra la muerte en una cama de la unión de cuidados intensivos (uci). "Todo el mundo decía: Santi sale de ésta", reitera su mujer.

Pasó algo más de dos semanas en el hospital y en ese tiempo, su hija mayor, de seis años, no paraba de preguntarle a la madre cuándo iba a volver su padre a casa. "Con mucho tiento, le conté que Santi estaba en el hospital de Oviedo y que allí, no podían ir los niños. Fue entonces cuando me dijo que le llevara la Nintendo DS para que jugara al Mario Bross y no se aburriera", relata Carmen Fernández.

Y salió. De lo que sí es consciente este percebero de 33 años es de que tuvo mucha suerte. "Lo normal es que fuera un golpe mortal, pero no lo fue", sonríe mientras relata "la peor experiencia" de su vida.

Su fuerza de deportista y sus ganas de vivir le ayudaron a salir adelante. Ya consciente, no le faltaba el humor. "Ayudadme a escapar", decía mientras estaba postrado en la cama a sus familiares y amigos. "¿Quién me empujó al pedrero?", pregunta entre risas este hombre que asume que su único vicio es la mar y seguirá siéndolo pese a que el pasado 16 de junio tuvo en vilo a pescadores, familiares y amigos y a un concejo entero.

Compartir el artículo

stats