El actor Pedro Mari Sánchez (Madrid, 1954) es Blípero en "La asamblea de las mujeres", la comedia que dirige Juan Echanove y que se estrenó el pasado día 29 de julio en el Teatro Romano de Mérida. Esta función se representa el próximo sábado día 15 en el auditorio del Niemeyer. Sánchez lleva más de medio siglo dedicado a la interpretación. Comenzó dando vida a Críspulo en el clásico español "La gran familia", de Pedro Masó. Conversa con LA NUEVA ESPAÑA por teléfono.
-Estoy en el coche, saliendo de Mérida, que voy a ver a unos amigos.
-Le escucho bien. ¿Vaya éxito, no?
-Afortunadamente, sí. Un disparate. Tantos días consecutivos colgando el cartel de no hay billetes... y eso que los domingos suele bajar mucho. Pero, qué va, una barbaridad.
-¿Y a qué cree que es debido?
-Al espectáculo. Había mucha venta anticipada, pero hasta ahora nos han visto en escena unas 10.000 personas, que son muchas. Claro, Juan Echanove tiene su tirón y también Lolita o María Galiana. El espectáculo ha sido aplaudidísimo. Nunca había vivido esto que le cuento: de camino al hotel recibimos aplausos de los que estaban sentados en las terrazas.
-Pero hacen una obra con 2.500 años de antigüedad.
-La propuesta que presentamos iba a ser un éxito porque está conectada con la vida. La comedia que presentamos es muy seria: es desternillante en ocasiones y, en otras, se queda en la sonrisa.
-Los griegos últimamente no tienen la mejor de las suertes.
-Desde luego. La sociedad está siendo desmontada y, encima, descubrimos que todos mienten. ¿Sabe? La humanidad no ha aprendido nada en 2.500 años. Hemos avanzado tecnológicamente, pero seguimos ahondando en lo mismo: a ver si lo hace otro y así no lo hago yo. "La asamblea de las mujeres", pese a todo, es una comedia de amor a los seres humanos. Esto es lo que hay, pero aún así, te sigo queriendo. El final, la gran chirigota, es el ejemplo de lo que le estoy diciendo.
-¿Y cómo es Juan Echanove como director?
-Echanove es sanguíneo, pasional y, al mismo tiempo, un tipo reflexivo que no da un paso sin medirlo. También es muy riguroso, muy exigente y muy serio.
-¿Y cómo compuso usted a Blépiro, su personaje?
-Me dio mucha libertad, quizás porque habíamos mostrado coincidencias en su desarrollo. También es cierto que Juan Echanove y yo nos conocemos mucho. Le propuse hace años para que participara en un montaje de "Electra" que hicimos también aquí, en Mérida. Él era muy joven, estaba empezando. Me encanta que me haya llamado para hacer de Blépiro y poder cerrar ahora ese círculo que comenzamos a dibujar entonces. Es maravilloso. Le admiro muchísimo y me gustaría seguir trabajando con él en próximos proyectos.
-Usted es joven, pero lleva en este neocio desde hace más de 50 años.
-Claro: desde aquel Críspulo de "La gran familia". Pero, claro, mucho antes había cantado en el circo Price de Madrid. Empecé con seis o siete años y ahora tengo 61, así que, fíjese.
-¿Y cómo ve la evolución de aquel Críspulo de sus inicios en este Blépiro que tiene entre manos?
-Prefiero que me lo diga usted cuando acuda al Centro Niemeyer. Me encuentro muy bien, ya se lo adelanto.
-El Niemeyer es un edificio moderno, pero vienen de trabajar en un teatro romano.
-Lo mismo que le decía que la obra de Aristófanes tenía la misma vigencia ahora que cuando fue escrita, le diré que el lugar en el que se representa no influye en el desarrollo del espectáculo. Da igual que sea el Niemeyer o el Teatro Romano de Mérida. Va a encajar en Avilés.
-Tras el éxito, ¿cambiarán los productores los planes que tenían para "La asamblea de las mujeres"?
-No le puedo responder, soy un mero actor contratado, pero también le diré que cuando terminemos en Mérida nos habrán visto 30.000 personas. La obra está para hacer temporada.
