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El mar de Avilés, un espacio de pesca artesanal en peligro

La zona comprendida entre Cabo Peñas y la isla de la Deva fue tradicionalmente caladero de embarcaciones de cerco

Entre Cabo Peñas y la isla de la Deva se sitúa el antiguamente denominado mar de Avilés, un área que comprende la costa de Castrillón, Gozón y Avilés y a la que tradicionalmente acudían a faenar de forma artesanal barcos pequeños. "No era una gran playa de pesca pero tenía importancia por ser la zona donde se encontraba el pescado fino", señala María Josefa Sanz, cronista oficial de la villa. Media Arena, El Cornorio, El Molín (o Playa de Verdicio), Piedra de Arqués y El Placerín son algunos de los caladeros emplazados a día de hoy en esa franja marítima.

"El nombre de mar de Avilés se usaba poco entonces y menos ahora, pero recuerdo que era la referencia de mi abuelo, propietario de un negocio en Gijón, cuando necesitaba lubina, salmonete u otras especies que englobaban lo que se llamaba pescado fino", relata la catedrática de Ciencias y Técnicas Historiográficas de la Universidad de Oviedo.

Dicha pesca artesanal, en otro tiempo abundante y sustento de un elevado número de familias, va camino de desaparecer, comenta Jesús Galindo. "Actualmente, el sector está enfocado a la pesca industrial. En Asturias apenas quedan once o doce embarcaciones de cerco", indica el veterano armador para resaltar la riqueza de pescado y marisco del mar de Avilés. "Era riquísimo, pero lo mató la cantidad de porquería que tiran las depuradoras, que no depuran nada, y los fangos de la ría que fueron a parar al mar. Pero eso no se cuenta", denuncia el pescador ya jubilado para lamentar que no se escuche la voz de los pescadores. "Con la gente de la mar no cuentan para nada. Los eruditos son los biólogos y nosotros, los ignorantes. Nadie se da cuenta que enseña más la mar que los libros", dice.

En tiempos de bonanza -"no hace tanto tiempo, 15 o 18 años atrás"-, Galindo comenta que "vivíamos perfectamente del marisqueo siete u ocho embarcaciones. Hoy apenas pueden hacerlo dos. Toda esa riqueza murió y no la matamos los pescadores, como se cree. Los mayores ecologistas, por el interés propio y egoísmo personal, somos nosotros", resalta.

El volumen de pescado y marisco que se pescaba en Avilés era tan grande que, según explica Jesús Galindo, "no éramos capaces de venderlo todo. Suministrábamos andaricas, centollos, bogavantes.. a todos los bares de la ciudad y el entorno. Era exagerado. Sacábamos 30 o 40 kilos de andaricas al día y 40 o 50 kilos de quisquilla", manifiesta con añoranza de aquella época dorada.

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