"Napoleón perdió en Waterloo, pero el vencido acabó siendo el vencedor en cuanto a las ideas", afirmó Emilio de Diego García, secretario general de la Real Academia de Doctores de España, quien en las charlas de ayer en La Granda explicó el desarrollo y las consecuencias de una de las batallas más importantes en la historia de Europa, que enfrentó a la Francia napoleónica contra las potencias aliadas, formadas por las tropas británicas, alemanas y holandesas, dirigidas por el duque de Wellington, y el ejército prusiano del mariscal Von Blücher.

" Waterloo fue un hito en Europa. Fue una verdadera batalla de naciones, ya que se enfrentaban dos visiones totalmente distintas de Estado: la concepción liberal de nación como depositaria de la legitimidad del poder contra la idea de que el poder nacía de la providencia que se iba heredando", comentó García, quien sostuvo que "Napoleón llegó a tener la batalla ganada, pero por diversas circunstancias acabó perdiendo".

A pesar de la derrota, el futuro de Europa, según Emilio de Diego García, no hubiese sido muy distinto en caso de vencer el emperador francés. "No creo que una victoria de Napoleón hubiese supuesto alguna modificación en cuanto al futuro de Europa, ya que las ideas liberales que trató de impulsar acabaron desarrollándose aún habiendo sido derrotado", aseveró.

La magnitud del enfrentamiento entre ambas facciones fue colosal, y las bajas no fueron menos. De los 77. 500 hombres que formaban el ejército francés, murieron 46.656 integrantes de la armada napoleónica, mientras que de los 122.200 soldados de la coalición aliada (73.200 anglo-aliados y 49.000 prusianos), fallecieron 24.000.

La derrota de Napoleón y su posterior destierro a la isla de Santa Elena, donde murió en 1821, puso punto y final a más de una década de conquistas por parte del corso de casi toda Europa Occidental y Central, mediante una serie de conquistas y alianzas. Éstas, sin embargo, no pudieron evitar algunas derrotas como la que vivió en España en la llamada Guerra de la Independencia, que tuvo lugar entre 1808 y 1814, además de su fracaso en la campaña de Rusia, donde llego a entrar en la capital del imperio ruso, Moscú, aunque las numerosas bajas sufridas supusieron el principio del fin de las Guerras Napoleónicas.