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Las cartas de Avilés y Comarca

Muñecos rotos

Cuando todavía humean los rescoldos del geriátrico Santa Fe, un lugar plagado de irregularidades donde dejaron dramáticamente sus vidas muchos ancianos indefensos; cuando acabamos de conocer el fallo del Tribunal Supremo desvelando la irregularidad de la entrega de los procedimientos de acreditación de los geriátricos privados a la fundación FASAD... Aún resuenan en los oídos de los familiares de los viejitos del Nodo las declaraciones de la Consejera de Bienestar negando que haya habido denuncias en el funcionamiento del centro y asegurando que en todas residencias gestionadas por el ERA se cumplen los máximos estándares de calidad y de atención a los usuarios.

Puede que tenga razón, que el registro del Principado sea tan sumamente lento que aún no haya recibido el escrito registrado el 25 de junio, 15 días antes de tales declaraciones. Pero precisamente, negando la mayor, desvela el mayor problema del sistema: el cliente nunca tiene razón, nosotros somos altos, y guapos y aquí no pasa nada. La misma respuesta de siempre.

Y así pasa la vida, los ancianitos de hoy se van en seguida, y los familiares que han estado descontentos con la atención recibida en el ERA por sus seres queridos (por fuerza mayor y con fondos públicos, no lo olvidemos), querrán alejarse lo antes posible de las angustia sufrida, muchas veces en silencio, por miedo, ya que hay rehenes. Se querrán olvidar incluso de que llegará un día que ellos mismos pueden estar en el mismo trance y desearán desesperadamente que alguien les defienda frente a la incomprensión y desconocimiento de su situación personal y de su historia. Se querrán olvidar de discutibles procedimientos de trabajo, centrados en el trabajador fundamentalmente, que pugna por que los sindicatos defiendan la invasión hasta límites inimaginables de la intimidad de una persona. Por poner un ejemplo: hay trabajadores que solicitaron en su momento amparo por escrito para negarse a abrochar los botones pequeños, aunque sean de la camisa preferida del anciano, la que él ha elegido y que aún reconoce como propia.

Desde luego, puede que las formas en la disensión de los familiares no sean siempre las más apropiadas. Pero deberíamos dejar la superficie y centrarnos en el fondo, ya que estamos hablando de personas indefensas y vulnerables. Habrá que pensar cuál es el fondo de la cuestión que empuja a los familiares a despertar las conciencias dormidas. Hay que imaginarse, sin límites, qué experiencias previas han conducido hasta la protesta pública. Hay que saber quién está detrás.

No son unos perversos ancianitos, no. Son sus cuidadores principales y allegados, los que en modo alguno han renunciado a su labor. Entre ellos hay personas que no han soportado la tensión de discrepar día sí, día también, por el tipo de atención que recibía su pariente sin ser escuchados debidamente, y han optado por marcharse, lo cual ya es bien grave tratándose de un servicio público. Ahora son ex disidentes, así que su parte del problema está resuelto.

Puede que la señora consejera (también ex ¿no?), no sepa que entre los miembros de la Asociación de Familiares del Nodo también hay personas rebotadas de otras residencias geriátricas del ERA, por casos de presunto maltrato que actualmente están bajo jurisdicción judicial (¡siempre presunto!, hasta que se demuestre lo contrario). Asunto que se ha llevado sin estridencias, precisamente para que no se acuse injustamente ni se alimente el morbo público a costa del dolor de un anciano y su familia. Pero debería saberlo, porque es la herencia que deja a su sucesora, y a los contribuyentes asturianos que sustentan un sistema así, y que serán futuros usuarios del mismo.

La verdadera cuestión de fondo es que en los geriátricos se entabla una desigual pugna en la que, frente sindicatos complacientes y una administración muchas veces sorda, hay familiares que entendemos que cuidar a un anciano no es tenerlo lo más guapo posible -que también-, sino que fundamentalmente es preservar su dignidad y su identidad como persona única e irrepetible, y también sus capacidades físicas. Para que pueda, por poner otro ejemplo, salir por su propio pie de una residencia ardiendo, si ocurre un mal descuido. Y que se respete su estatus de ciudadano español, inalienable, con los derechos civiles que aún pueda ejercer intactos, los mismos, ni más ni menos, que tienen las personas que les cuidan. La contrapartida que se nos ofrece a veces no convence, porque nos parece diseñada solamente para familiares que no toman parte en los cuidados, para que se conformen con la contemplación de un escaparate de muñecos rotos peinados, afeitados y sentados.

Desde luego, sería sorprendente que la Consejera supiera lo que ocurre intramuros si ni siquiera recibe el correo puntual. Nosotros sí. Lo vemos casi todos los días, aunque a horas restringidas, para nuestra zozobra. Si no es todos los días, es porque no podemos, pero esperamos confiar. Ya nos gustaría.

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