Atenas en decadencia tras la derrota frente a Esparta en la guerra del Peloponeso. Y ellas toman el mando en un mundo gobernado por los hombres. "La asamblea de las mujeres", de Aristófanes, es eso y mucho más. Lo demostró ayer en Avilés la "troupe" de actores que a las órdenes de Juan Echanove hicieron creíble un gobierno protocomunista. Lolita, en el papel de Praxágora, brilló con luz propia. E hizo reír, mucho.

"La asamblea de las mujeres" puso patas arriba el auditorio del Centro Niemeyer, lleno hasta la bandera. Hacía semanas que el centro cultural había colgado el cartel de "no hay entradas", y en los prolegómenos de la actuación se palpaba la curiosidad por saber si la obra endiosada por la crítica era tanto. Y lo es.

El impecable trabajo de los actores consiguió llevar a Blípero, Praxágora o Aithea al olimpo de los dioses, pero de los de carne y hueso, de los terrenales. Una parte importante de ese mérito fue de Echanove, que de manera muy inteligente supo rodearse de un grupo de actores inmejorables: Lolita, María Galiana, Pastora Vega o Pedro Mari Sánchez. Dieron una clase magistral de interpretación. El respetable rió sin descanso. Y es que "La asamblea de mujeres" es una comedia de las de verdad, de las que hacen mover la mandíbula.

La faena de los intérpretes, aderezada por un ocurrente y original guión, hizo de "La asamblea de las mujeres" un cóctel que logró que el único silencio que se escuchase en el auditorio fuese el de antes del comienzo de la obra.

Al final, tras casi dos horas de desternillante función, el público mostró con interminables vítores y sonoros aplausos su complacencia y gratitud. Puede que el Niemeyer no sea el Teatro de Mérida -donde se estrenó la obra en julio-, pero el público avilesino demostró que valoró de lo bueno, lo mejor.