Abanicos, gorras, paraguas abiertos. Todo valía ayer en Versalles para procurarse un poco de sombra cuando, a mediodía, comenzaron las celebraciones religiosas de las fiestas de Covadonga. Un sol de justicia, y una leve brisa que jugueteaba entre las banderolas festivas y las hojas tostadas de los árboles, acompañaron a los fieles primero en procesión, en pos de la imagen de la Virgen, y luego en la multitudinaria misa de campaña que se celebró en la calle La Paz.

La de ayer fue una misa de despedida para José Manuel Sancifriam Vázquez, hasta ahora cura de las parroquias de La Magdalena y de San Agustín, que ahora será sustituido por Alfonso Abel Vázquez. "Hace tres años, cuando llegué, me llamó mucho la atención de que hubiera procesión del Rocío y no de Covadonga. Por eso empezamos a hacerla. Espero que, aunque me voy, la tradición siga, y alguien recuerde dentro de 50 años que el cura José Manuel la puso en marcha", indicó el sacerdote desde el púlpito. Los fieles le aplaudieron, en reconocimiento de este gesto y de esos tres años al cuidado de las parroquias avilesinas.

Sancifriam, por otra parte, aprovechó para reclamar un mayor peso de la opinión del cura a la hora de organizar las fiestas. "Este año, que es el último aquí, había pensado en traer al coro de Cadavedo, que iba a venir acompañado con muchos vecinos del pueblo vestidos de asturianos. Pero hubo un malentendido con la comisión de festejos, que ya habían contratado a otras personas", explicó el párroco. Y añadió: "Igual que yo no opino sobre las orquestas que vienen a las verbenas, en el tema religioso no estaría de más preguntar la opinión del cura. A mi no, que ya me voy, sino al que venga".

La boxeadora avilesina de categoría junior Toti Camba, que se acaba de proclamar campeona de España de su categoría, realizó una ofrenda de flores que depositó ante la imagen de la Virgen de Covadonga. Y después la misa siguió su curso. La Banda de Música de Avilés, la soprano Patricia Martínez y el pianista Rubén Díez fueron los encargados de la parte musical de la celebración. El reguero de fieles, jóvenes y mayores, bebés en sus carros y ancianos en sillas de ruedas, se desparramó por las calles hasta enlazar con las terrazas llenas para la hora del vermú.

Y después de la comida, la diversión continuó en las barracas de feria, la narración de las hazañas del tiro con gomeru, la verbena y la queimada final. Que Versalles sabe mucho de fiestas, y ayer el barrio entero se volcó en la calle.