El arma submarina española celebra el centenario de su creación. Su historia no puede ser contada sin referirse a Isaac Peral, uno de los pioneros en la construcción de ingenios que poco a poco dieron origen al submarino que hoy se conoce. De esta parte de la Armada Española y de la figura de un avanzado de la navegación submarina habla hoy Marcelino González Fernández. El capitán de navío ofrece una charla a las 20.00 horas en la Casa de Cultura (plaza de Álvarez Acebal) en un acto organizado por el Club LA NUEVA ESPAÑA en colaboración con la Sociedad Económica de Amigos del País.
-¿La submarina es quizás el arma más desconocida de la Armada Española?
-En otros tiempos, sí, actualmente, no, ya que todas las marinas tienen submarinos, buques que se caracterizan por su discreción y que demostraron su valía en la Primera y Segunda Guerra Mundial; de hecho, estuvieron a punto de ganar la guerra en la mar. Pero en el siglo XIX, a pesar de los intentos que hubo en el XVIII, navegar por debajo del agua era una entelequia.
-Conocemos los submarinos por las películas. ¿Los representan tal y como son?
-Es cierto que hubo muchas películas de propaganda de la Segunda Guerra Mundial. La vida en los submarinos es como la representan: dura, difícil y cerrados en un espacio muy restringido. La gente, que es voluntaria y profesional, requiere una preparación psicológica.
-¿Qué nombres deben tenerse presentes a la hora de hablar del arma submarina?
-Isaac Peral, por supuesto, pero también Cosme García y Narciso Monturiol, que 30 años antes que Peral ya aplicaban la tecnología del momento en la construcción del submarino.
-¿Por qué se convirtió Peral en un referente de la navegación submarina?
-Por ser capaz de aplicar la corriente eléctrica al submarino de pedal; dio un salto tecnológico impresionante, pero no fue el inventor, como a veces se dice. Fue creador de un submarino, el más revolucionario y el mejor de su época. Siendo profesor en la Escuela de Ampliación en San Fernando desarrolló un proyecto secreto de construcción de un barco torpedero submarino que presentó al Ministro de Marina, Almirante Manuel de la Pezuela y Lobo, en 1885, coincidiendo con el conflicto de las Carolinas.
-¿Salió adelante ese proyecto?
-Lo botó en 1888, navegó my bien, hizo pruebas con torpedos, tuvo un eco mediático grande pero por circunstancias políticas, incomprensión o recelo, la Armada le dio carpetazo y entonces pidió la baja. Era teniente de navío. Siguió trabajando en la calle pero poco después murió en Alemania como consecuencia de una infección adquirida en Filipinas. Tenía 44 años.
-¿Alguien retomó su trabajo?
-No, la Armada mandó desmontarlo y el casco quedo tirado en el arsenal de La Carraca, en Cádiz, donde fue construido. Durante años no se le dio importancia. Iban a desguazarlo pero el interés mostrado por Cartagena hizo que lo llevaran a la ciudad. Allí ocupó varios emplazamientos hasta ser trasladado al Museo Naval.
-¿Un submarino es un buque destinado exclusivamente a la guerra?
-No, de hecho Monturiol lo pensó para coger coral en la costa. Cosme, por su parte, lo planteó para realizar prospecciones bajo el agua. Como arma de guerra se pensó después.
-¿En qué tipo de misiones participa la armada submarina?
-En ejercicios de colaboración con organizaciones supranacionales, como la OTAN, y en misiones de obtención de información totalmente secretas.
