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MIGUEL RELLÁN | Actor, protagonista del soliloquio "Novecento", el sábado, en Piedras Blancas

"El público no tiene por qué saber lo que cuesta llegar a eso que ve en escena"

"Soy un actor raro, poco exhibicionista, siempre rechacé los monólogos de mira cuánto sé hacer, pero no pude decir que no a 'Novecento'"

El actor Miguel Rellán, en una imagen de archivo. MARA VILLAMUZA

"Novecento. El pianista en el océano" es uno de los espectáculos del momento: un soliloquio basado en una de las novelas más aplaudidas del escritor italiano Alessandro Baricco que protagoniza el actor Miguel Rellán (Tetuán, Marruecos, 1943). Cuenta la historia de un músico de jazz vulgar que tuvo la suerte de conocer al mejor pianista del mundo: un intérprete que nunca descendió del barco en que nació. Rellán, que acaba de estrenar en Valladolid una nueva versión de la comedia de Miguel Mihura "Ninette y un señor de Murcia", representa mañana sábado (20.00 horas) en el centro cultural Valey de Piedras Blancas, el último montaje de Raúl Fuertes, un espectáculo por el que Rellán ha obtenido el premio al mejor actor protagonista del sindicato Unión de Actores. Rellán conversa con LA NUEVA ESPAÑA por teléfono.

-¿Qué tiene "Novecento" para que usted esté en el montaje?

-No es fácil de verbalizarlo. Raúl Fuertes, el director de la función, me insistió en que quería dirigirme y me propuso este monólogo, el de la novela de Baricco. No me hacía ni puñetera gracia. Hay un proverbio chino, o árabe, no sé, que dice: "A lo que te hayas de negar, niégate lo antes posible"... Yo no lo cumplí. Fuertes me decía que leyera el monólogo, pero yo no lo hacía, pero Fuertes es pertinaz. Al final me lo leí. Yo sé que Fuertes es noctámbulo. Llamé al director a las tres de la mañana: "Raúl, quiero hacer esto", le dije. Soy un actor raro, poco exhibicionista, y siempre rechacé los monólogos de mira cuánto sé hacer, pero este no podía rechazarlo.

-Este no es de esos, ¿no?

-Para nada. Lo que me encanta de él es que puedo ver las caras de los espectadores que me miran pensando qué va a ocurrir a continuación. Hablo de un tipo que no baja nunca de un barco, es una historia emocionante. Me parece que funciona mejor en teatro que en cine precisamente por eso: por que tienes a los espectadores a un paso. Un trompetista vulgar y corriente sale a escena para contar una historia, la batallita de siempre. Es un hombre que no tiene otra cosa que una historia extraordinaria: la de su amigo Novecento. Este espectáculo funciona porque sucede en la imaginación del espectador. Esta sensación no la sabe transmitir la película, a mi modo de ver. Cada uno se imagina lo que pasa en escena. Después de ciento y pico funciones tengo anécdotas divertidísimas. Un tipo quería comprar la banda sonora del espectáculo. Y no suena nada: él lo había escuchado en su cabeza. La mitad de la belleza está en los ojos que miran.

-Seguro que es difícil trabajar en un monólogo.

-Sobre todo cuando escuchas los móviles, pero no sólo ellos: el que protesta porque suena, el que tiene gripe, el de los caramelos... todo es un follón, pero yo guardo silencio, porque, si no, me pierdo. Y más si cabe en esta función: que es tan íntima, sin escenografía y sin nada: toda ella centrada en el poder de la palabra, en la propia historia.

-Sus compañeros de la Unión de Actores premiaron su trabajo en "Novecento".

-Nosotros, los actores, sabemos lo que es difícil. Por eso me encanta haber recibido el premio de sus manos.El público puede pensar que el monólogo es más o menos efectivo, pero no saben -no tienen por qué saberlo- lo que cuesta llegar a eso que se ve encima del escenario.

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