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"Manín" nunca colgó la chaqueta

La Mina de Arnao exhibe una prenda réplica de la que usaba su trabajador más fiel, Manuel Pérez, que llegó al tajo con 12 años y vivió toda la historia de la compañía

Manín Gandingo.

Manuel Pérez Fernández es "Manín Gandingo", un niño minero que trabajó en las galerías subterráneas de Arnao primero como aguador, luego como vagonero y finalmente como picador cobrando catorce reales. Era uno de los trabajadores más antiguos de la fábrica y toda una institución obrera. Nació allá por 1877 pero su historia ilustra aún hoy la explotación castrillonense, la primera mina de carbón mineral documentada en la Península Ibérica convertida ahora en Museo. Manín está simbolizado hoy por una chaqueta, réplica de la que él utilizaba, el uniforme siempre impoluto que gastaba aquel crío de Arnao para ir al tajo. La prenda está expuesta en el centro de interpretación de la mina.

El "Gandingo" entró a trabajar en la mina de Arnao en 1889, con doce años. Su puesto: aguador. "A la mina bajábamos en una jaula que recorría unos ochenta metros hasta llegar a una amplia explanada abovedada que iluminaban algunas farolas de petróleo. De allí partían varias galerías, todas en dirección al mar, y un plano que alcanzaba los seiscientos metros", relataba "Manín Gandingo" a J. R. C. para la Revista Zinc. Agregaba de su labor en la explotación de Arnao: "Había obreros que trabajaban a un kilómetro de la explanada dentro de las galerías y mi trabajo consistía en llevarles agua". Con 14 años, Pérez ya paleaba carbón y con 16 picaba en los tajos como otro minero cualquiera. "Manín Gandingo" creció bajo el mar.

La entrevista publicada a Manuel Pérez en la Revista Zinc aproximadamente en 1960 es uno de los pocos testimonios escritos existente sobre los antiguos mineros de Arnao. De él escribían que gastaba barba negra bien cortada, mirada era honda y libre y aspecto era de "inquebrantable fortaleza". "Su memoria era prodigiosa y su facilidad para evocar hechos y épocas pasadas era admirable", según quienes compartieron con él unas palabras cuando ya superaba los ochenta cumpleaños. Le fallaban, eso sí, los bronquios. Por eso al hablar se llevaba las manos al pecho. "Manín Gandingo" podía sufrir la mal llamada silicosis (neumoconiosis de los mineros del carbón), una enfermedad pulmonar causada por la inhalación prolongada de polvo de carbón y de sílice.

Entraba a trabajar cada día a las seis de la madrugada, y pasaba las horas por el laberinto de galerías de Arnao hasta las cinco de la tarde. Tenía media hora para almorzar y una para comer, a mediodía. Su primer sueldo fue de una peseta como aguador, de la que tenía que descontar un real para gastos de candil. De vagonero ganaba dos pesetas y de picador catorce reales o, lo que es lo mismo, tres pesetas con cincuenta céntimos. "Manín Gandingo" conoció si no a todos a la mayoría de directores que tuvo la explotación minera de Arnao.

"Primero a don Martín, que era alemán. Este era un hombre entrado en años, alto, soltero, que quería mucho a los chavales. Íbamos a pedirle trabajo y él nos daba siempre cinco céntimos. Llevaba los bolsillos repletos de monedas de cinco céntimos", destacaba el niño de Arnao en la entrevista concedida a mediados del siglo pasado a Revista Zinc. "Manín" conoció también a Pedro Uhagon y más tarde a Juan Sitges. Con este último comienza el vínculo de la familia Sitges no solo con la Real Compañía Asturiana de Minas sino también con la posterior empresa fundada por aquella sociedad, Asturiana de Zinc. En los últimos años, "Manín Gandingo" trabajó también a las órdenes del hijo de "don Juan", Juan Sitges Fernández-Victorio.

Manuel Pérez Fernández pasó a la historia como "un símbolo viviente de lo que debe ser la lealtad, el amor y el trabajo". La Mina de Arnao fue su vida. Solo de vez en cuanto, los domingos y días de fiesta, iba al baile. A "Manuel Gandingo" le gustaba danzar cuando caía la noche, tal vez por sus ojos, los de un niño que medró bajo el mar, estaban acostumbrados a ver en la oscuridad de la Mina de Arnao.

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