Con 15 años conocí a Eloy Benito Calzón en el poblado de Llaranes. Yo iba a clase particular y él también: tenía 19 años y estudiaba Magisterio. A partir de ahí nos vimos ocasionalmente, ya que el profesor que nos daba las clases particulares era amigo de Eloy y vecino mío.
Los avilesinos decidieron que en el año 1995 el Partido Popular obtuviese una mayoría simple en el Ayuntamiento y eso supuso que por primera y única vez gobernásemos a los avilesinos. Yo como miembro de esa candidatura salí elegido. Don Agustín González Sánchez (q.e.p.d.) tuvo a bien nombrarme concejal de Personal. En el desempeño de mis funciones me reuní con todos los jefes de servicio del Ayuntamiento, incluido el jefe de la Policía Local, así como con el comité de empresa del Ayuntamiento y los sindicatos.
Poco tiempo después de tomar posesión, menos de un mes, empecé a encontrarme con problemas con el jefe de la Policía Local. En primer lugar: parecía no tener ni idea de quién era yo, no sólo en el ámbito personal, sino como concejal, ya que comenzó a decirme que no tenía nada que hablar ni tratar conmigo, que sólo lo hacía con el Alcalde. Visto que su postura era inflexible, decidí hablar con el Alcalde y exponerle la situación. Sánchez decidió darme una delegación expresa de la jefatura de la Policía Local, hecho este que jamás se había dado en el Ayuntamiento de Avilés. A los pocos días me encontré a Calzón y volví a plantearle la necesidad de que habláramos ambos. Su respuesta fue la habitual: no. Al enseñarle la delegación, todo cambió. Cuando digo "todo" es "todo". Me explico: hizo que los miembros del cuerpo desconfiaran de mí, entre otras muchas cosas. Me costó nueve meses volver a ganarme su confianza.
Yo iba, dos o tres veces por semana, por la noche a la comisaría para que los agentes me contaran cuál era su problemática, para así poder tener información y tratar de buscar soluciones. Recuerdo, con agrado, que cada 24 y 31 de diciembre quien llevaba a la Policía la cesta de Navidad y estaba allí, con ellos, a las doce de la noche, era yo y no Calzón. Cualquier cosa que quería hacer yo él la dilataba en el tiempo, todo lo que podía, y ponía todo tipo de trabas e impedimentos. Aun así conseguí, contra su criterio, que la Policía Local tuviese una nueva valoración de sus puestos de trabajo, de la cual, por cierto, Calzón salió muy bien parado, y eso que estaba en contra, pero era lo justo.
En los cuatro años que yo lo tuve bajo mi mando, siempre vi que no sabía recibir órdenes y que yo era para él una molestia. Se preguntarán el porqué. Dos son los motivos. Primero, porque dar órdenes o imponerlas lo hace cualquiera, y eso es lo que Calzón hacía. Saber mandar y saber ser jefe no lo consigue cualquiera. El segundo motivo es porque Eloy siempre se tomó como que la Policía Local era una "empresa" suya y, por lo tanto, él daba las ordenes o las imponía -más bien esto-, pero no las recibía. En este punto me gustaría hacer una reflexión personal que durante casi cuarenta y dos años de vida laboral siempre tuve presente. Yo siempre he trabajado para y por la empresa que me pagaba, no por y para mí. Eloy no sabe qué es esto, ya que él ha trabajado siempre por y para él y nunca por y para la Policía Local, por y para el Ayuntamiento y, por lo tanto, por y para los avilesinos. Llegado a este punto, tengo que decir que no me extraña, nada de nada, que a su despedida asistiera, más/menos, una docena de personas. No voy a extenderme más, aunque podría seguir. No le deseo nada malo, en lo personal todo lo contrario, pero gracias por no ser ya el jefe de la Policía Local de Avilés.
Espero y deseo que quien lo sustituya, si alguien le sustituye, sea, realmente, el jefe de la Policía Local que los avilesinos nos merecemos.
No quería acabar sin decir que me siento muy muy orgulloso de toda, con la excepción que ya se ve, la Policía Local y del trabajo que realiza, así como del apoyo que me dio para desarrollar mi función para todos los avilesinos, a pesar de su "jefe" y el miedo que le tenían.
