El Raid Trans Atlas es mitad carrera, mitad aventura. Así lo describen sus organizadores, conscientes de lo que significa para los participantes desenvolverse en un entorno agreste y árido, de temperaturas cambiantes, entre pistas de tierra, aldeas perdidas, ríos estacionales y paisajes imposibles. La aventura, de hecho, es tan importante como la competición, y permite a los ciclistas entrar en contacto con las poblaciones dispersas por la cordillera del Atlas. La dureza de los días de la competición es evidente: al margen del esfuerzo físico de rodar por las pistas de tierra, y hacer ascensiones importantes, las comodidades al concluir son nulas. Los propios participantes eligen dónde montar su campamento, y por cansados que estén, tienen que levantar la tienda, si quieren dormir a techo. Por la mañana, antes de marchar, han de dejarlo todo recogido. Y durante los cinco días que dura la prueba no tendrán ni un aseo o una ducha a su disposición. Apenas los ríos que encuentren a su paso, pero no hay garantía de que puedan bañarse a diario. Y si a eso se suman los aguaceros esporádicos, y el riesgo de quedar empapados sin ropa para cambiarse... La aventura está servida.