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El casco histórico, imán para el turismo

La devolución del encanto al centro de Avilés, fruto del esfuerzo rehabilitador de los últimos años, ha sacado a la luz un esplendor dormido durante décadas bajo los humos de Ensidesa

Una turista se fotografía junto a la escultura de "La Monstrua", en la calle Carreño Miranda. A la derecha, un grupo de turistas desde la capilla de Las Alas. RICARDO SOLÍS / IRMA COLLÍN

Avilés tiene un palacio que fue un cine, un teatro que es una bombonera, calles asoportaladas que protegen de la lluvia y el sol, y todo ello en uno de los cascos históricos mejor conservados del norte de España que está declarado Conjunto Histórico Artístico. La recuperación del centro de la localidad, realizada en los últimos años, ha sacado a la luz un esplendor dormido durante décadas bajo los humos de Ensidesa. Por eso, hasta para los propios asturianos Avilés es la gran desconocida, y mucho más para los turistas, que se confiesan asombrados al descubrir que la realidad dista mucho de la imagen industrial que acompaña al nombre. En la encuesta recientemente realizada por el Ayuntamiento entre los visitantes a la ciudad, el casco histórico se consagra como la principal atracción turística, muy por delante de otros elementos destacados como el Centro Niemeyer.

Los estilos artísticos se suceden en los dos kilómetros cuadrados que ocupa el casco viejo, y van desde el románico al modernismo, pasando por el gótico y el barroco. Este conjunto es, después del de Santiago de Compostela, el que conserva el trazado de soportales medievales más extenso del norte de España, y es precisamente ese carácter medieval el que mejor define a una villa milenaria situada en el centro de la costa asturiana, en la margen izquierda del estuario de la ría de Avilés. La tradición y las nuevas tecnologías se unen en este lugar, ya que la navegación wifi es posible desde todos los puntos del corazón histórico.

"En Avilés funciona mucho el boca a oreja, llega más que la publicidad, y muchos de los turistas vienen porque alguien se lo recomendó o tienen en la ciudad a un amigo o un familiar", explica la guía turística Ángela de la Campa. Y después de ver lo que Avilés les ofrece, "alucinan con el casco histórico y lo bien conservado que está". Entre las piezas del patrimonio que más llaman la atención se encuentran el palacio de Camposagrado, la iglesia de los Padres Franciscanos (ahora de San Antonio) y la capilla de Las Alas, que los propios avilesinos confiesan descubrir gracias a las visitas guiadas, ya que habitualmente está cerrada. La iglesia nueva de Sabugo y la plaza de abastos son otros de los lugares que sorprenden a los visitantes, según De la Campa. Y aunque en general alaban el estado de conservación, lamentan los desconchones en la capilla gótica de la iglesia de los Padres, así como la falta de uso del antiguo Café Colón.

Muchos viajeros comienzan su paseo en Sabugo, barrio de pescadores, donde están algunos de los edificios más antiguos de la ciudad. La estación de tren y de autobús, señalizada con murales del artista avilesino Carlos Suárez, es un buen comienzo. Apenas unos metros más allá, a través de la calle Estación, se llega a un pequeño entramado de calles, cuyo corazón es la plaza del Carbayo, presidida por la iglesia "vieja" de Sabugo, cuyas portadas románicas incluyen capiteles de motivos animales y antropomorfos. Destaca también la calle Bances Candamo, donde pueden encontrarse los soportales más antiguos de la ciudad y la mayor animación nocturna de los fines de semana.

Sabugo, peatonalizado en su totalidad, tiene una calle dedicada al pintor avilesino Carreño Miranda, y en ella "La Monstrua", salida de sus pinceles, adopta las tres dimensiones gracias al trabajo del escultor Amado González Hevia "Favila". Es, precisamente, uno de los elementos urbanos que más llama la atención de los visitantes. Según cuenta Ángela de la Campa, decidió incluir a "La Monstrua" en sus recorridos tras comprobar que, sistemáticamente, suscita la curiosidad de los turistas.

En uno de sus extremos, la calle desemboca en la iglesia "nueva" de Sabugo, parroquia de Santo Tomás de Cantorbery, un templo neogótico confundido en muchas ocasiones con una catedral, por la monumentalidad de su fachada flanqueada por picudas torres. En la misma plaza de La Merced se alza otro singular edificio, el palacio de Eladio Muñiz, que fue el regalo de bodas que este indiano hizo a su prometida. Ambos edificios son de principios del siglo XX.

Si los turistas continúan por el parque del Muelle, se encuentran con una de las pocas estatuas del mundo dedicadas a una foca. Se trata de "La Precursora", inmortalizada mil veces por las cámaras de los turistas y que representa a una foca que llegó a la ciudad justo antes de que se anunciara la construcción de Ensidesa. Lo insólito de este animal marino en las costas asturianas fue tomado por los avilesinos de hace medio siglo como una señal, y de ahí su lugar privilegiado en el Muelle, junto al monumento al hijo más famoso de la ciudad, Pedro Menéndez. Marino, guerrero, colaborador de reyes y emperadores (sirvió a las órdenes de Carlos I y Felipe II) su nombre pasó a la historia, principalmente, por ser el fundador de la ciudad más antigua de Estados Unidos: San Agustín de La Florida.

Muy cerca está la plaza de Hermanos Orbón o de las Aceñas, un espacio porticado de planta rectangular construido a mediados del siglo XIX y que está dedicado al mercado de abastos. Se accede al mismo por cuatro arcos que marcan un itinerario en forma de cruz, desde La Muralla, La Cámara, Rui Pérez y la plaza de Pedro Menéndez. Elegantes columnas de hierro forjado y galerías de madera que los turistas comparan con las de La Coruña constituyen su perímetro interior.

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