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JORGE BLASS | Mago, actúa mañana en el Centro Niemeyer

"Tenemos la percepción de creer siempre en lo imposible"

"Salgo al escenario con un ipad, hago trucos con Facebook, pero también me gusta recuperar lo clásico"

Jorge Blass, durante una actuación en Gijón. ÁNGEL GONZÁLEZ

Desde los 18 años, Jorge Blass (Madrid, 1980) se dedica a engañar al personal, pero es porque es mago. Mañana presenta el Centro Niemeyer (20.30 horas) su espectáculo "El arte de la magia", un montaje con el que recorre el mundo desde hace meses y con el que no hace otra cosa que recolectar aplausos y admiraciones. Atiende la llamada de LA NUEVA ESPAÑA desde su taller, en la capital de España.

-Le vendió un truco a David Copperfield.

-Sí.

-¿Y cómo es que se venden los trucos?

-Son ideas y conceptos y como tales se pueden comercializar. Hace cinco años empecé a pensar en un truco que tuviera que ver con las redes sociales y se me ocurrió la locura esta de descubrir a un contacto tuyo de de Facebook. Hace cuatro años estuve en Las Vegas, en Estados Unidos, y coincidí con Copperfield, que vio el truco, aunque todavía sin desarrollar.

-Pero, a ver, ¿le llamó Copperfield y le dijo que quería comprarle el truco?

-Eso es. Él directamente. Me preguntó si el truco lo había hecho antes alguien y le dije que no, que era cosa mía. Acordamos el precio y ya está.

-Y usted ya no puede hacer el truco.

-En los Estados Unidos. Copperfield tiene la exclusiva para su país. En el resto del mundo, incluido España, sólo lo puedo hacer yo.

-El truco da miedo.

-Se trata de un truco que se basa en la clásica teletransportación: un tipo está en un punto y termina en otro. La novedad es Facebook. Lo que hago es un dar un pasito más allá.

-Leí por ahí que este truco estaba inspirado en uno de su maestro Juan Tamariz.

-Desde luego que sí, es mi referencia. Él tenía el truco de llamar por teléfono al amigo de un espectador y proponerle pensar una carta: siempre acertada. Lo que me gusta es que la magia no se represente en los teatros, que trascienda más allá.

-¿Cuándo se dio cuenta de que lo suyo iba a ser la magia?

-Llevo haciendo magia desde los 12 o 13 años. La primera actuación mía fue a los 15. Con 18, cuando estudiaba Psicología, ya actuaba fuera de España. Había ganado, por ejemplo, la "Varita de Oro" que me entregó el Príncipe Rainiero. Entonces fue cuando me di cuenta de que mi futuro profesional sería la magia. Los primeros éxitos los tuve con aquel anuncio de Telefónica, no sé si te acuerdas. Entonces fue el momento de dejar las actuaciones en los pubs.

-¿Por qué lleva la magia gustando 4.500 años?

-Porque necesitamos que nos sorprendan, más si cabe en estos tiempos de Google: con un teclado puedes saberlo todo. La magia se representa delante de tus ojos y tú, al final, sin dejar escapar un detalle, te quedas con la boca abierta. Eso sucede ahora y sucedía en el Antiguo Egipto. No hace falta tecnología porque nosotros tenemos la percepción de creer siempre en lo imposible.

-¿Qué tiene que ver la magia con el mundo de la empresa?

-Bastante. La magia persuade al espectador. Imagínate que tienes un producto y quieres manipular su percepción. La magia ayuda mucho. Llevo años pronunciando conferencias sobre este asunto.

-Existen dos tipos de magos en la iconografía que viene del cine: los malvados y los buenos. Usted parece de estos últimos, pero participó en un espectáculo muy parecido a "Ahora me ves"

-Sí, se llema "The Illusionists", pero no somos genios del mal que quieren robar un banco. Lo que ha conseguido esa película es traer al común de los espectadores la magia tal cual la hacemos en el siglo XXI. Yo salgo al escenario con un ipad, hago el truco del Facebook, pero también me gusta recuperar trucos clásicos, pero en una versión modernizada. Los magos, ya te dije, venimos de una tradición: llevamos miles de años engañando a la gente. Esa es nuestra bondad, por eso seguimos sobre las tablas.

-¿Dónde está el taller de Jorge Blass?

-Pues aquí, desde donde te hablo, en pleno centro de Madrid. Aquí estudio y aquí ensayo los trucos que luego muestro.

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