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El robinsón de La Arena

Ramón Fernández, de 68 años, recorrió en solitario 1.561 millas náuticas desde la desembocadura del Nalón hasta São Miguel, la mayor de las islas Azores

En la foto de arriba, vista desde el "Enol" a la salida de Aveiro. Sobre estas líneas, el aventurero en la ría de Avilés y, a la derecha, el lago de las Cinco Ciudades. IRMA COLLÍN

Ramón Fernández García quiso sentirse Robinson Crusoe pero más que náufrago, como el protagonista de Daniel Defoe, decidió ser el intérprete de una aventura gestada en San Juan de la Arena. Y lo logró. Este hombre de 68 años, casado y padre de dos hijos, recorrió en solitario 1.561 millas náuticas desde la desembocadura del Nalón hasta São Miguel, la mayor de las islas Azores. Lo hizo con su pequeño velero, "Enol", de 7,35 metros de eslora.

"Tenía el sueño de hacer un viaje de estas características y una vez jubilado creí que había llegado mi momento. Me encontraba bien física y psíquicamente y decidí poner fecha a la aventura", reconoce Ramón Fernández, que festejó El Carmen en San Esteban de Pravia y tres días después de rendirle tributo a la patrona de los marineros partió rumbo a alta mar. Eran las 10.30 horas de un 19 de julio. "En La Arena nos criamos en el agua. La vida, además, me llevó a desempeñar diferentes puestos. Estudié Náutica, trabajé como marinero, oficial de mercante y los últimos 24 años los pasé en los remolcadores de Avilés". Así que Fernández viajó con la experiencia como compañera.

Aunque ya había realizado alguna travesía, el aventurero de La Arena, residente en Avilés, decidió que era el momento de cumplir su fantasía. Las primeras etapas hasta La Coruña las realizó en compañía de un familiar; luego, navegó en solitario. La primera noche la pasó en el puerto de Tapia, la segunda en el puerto de San Ciprián y la tercera en la marina de Vivero. "Ese día salimos de Vivero en compañía de ocho veleros de Gijón que estaban participando en una regata. Esta jornada la terminamos en Cedeira y al día siguiente llegamos a La Coruña", explica. De ahí a Muxía, Muros, Boiro... "En Boiro dejé el barco y regresé una semana a casa para ver a mi hijo, que vive en Estados Unidos", puntualiza.

Luego siguió la expedición: Bayona, Viana do Castelo, Povoa de Verzim, Oporto, Aveiro, Figueras da Foz, Nazaré... "El viaje a Povoa de Verzim fue con niebla y marejada. En este trayecto me pasó una cosa curiosa: la niebla me hizo confundir las bases de unos molinos eólicos marinos con unas islas", relata el aventurero. De Nazaré, Ramón Fernández García puso rumbo a Madeira "con una distancia por la proa de 580 millas náuticas". "En esta ocasión puse rumbo a las islas Berlengas para encontrarme con un amigo que venía navegando de capitán el Gran Canaria Car con destino al puerto de Vigo", señala. El encuentro se celebró en alta mar.

Tras cinco días de navegación con toda clase de mares, vientos y chubascos, este vecino de La Arena avistó por la proa el faro de la isla de Porto Santo, donde atracó. Al día siguiente le esperaba Funchal, la capital de Madeira. Tras una semana en la isla, Fernández partió hacia las Azores. Otros cinco días "con tiempos frescos y viento hasta de fuerza 6" le sirvieron para avistar el faro de la isla de Santa María. Un cambio de rumbo le llegó sin embargo a São Miguel. El calendario marcaba el 9 de septiembre.

"El día 12 me desplacé en avión a Asturias para resolver unos asuntos personales y el día 30 regresé a las Azores para continuar mi viaje a la península. El día 16 de octubre me dieron la noticia de que se había muerto de un infarto mi hermano César así que saqué el velero a marina seca y esa misma tarde cogí un avión de vuelta a casa", recalca este navegante, que la próxima primavera espera completar la travesía de esa forma truncada.

"El barco respondió, fui compenetrándome con él y todo fue bien. Llevé una cocina tipo camping y usé un saco para dormir. Los sueños eran de dos horas como mucho porque hay que tenerlo todo bajo control", subraya este lobo de mar que jugueteó con delfines en alta mar, y agrega: "En ningún momento pasé miedo pero sé que a mi mujer, Amparo, y a mis hijos, César Manuel y Alejandro, no les gusta que haga este tipo de aventuras. Pero ahora es el momento porque ahora estoy bien, mañana no lo sé".

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