El veterano periodista asturiano Manuel de Cimadevilla (Gijón, 1951) presenta esta tarde en la librería del Centro Niemeyer (19.00 horas) su último libro, de contenido gastronómico: "Guía Cimadevilla 2015, las mejores casas para comer en Asturias".

-Dedica el cuarto capítulo a Avilés.

-Creo que Avilés debería de potenciar más su historia y su gastronomía.

-¿En qué sentido?

-Viví nueve años en Madrid. Avilés es una marca de calidad en las mejores pescaderías de la capital. Trabajé en la SEPI (Sociedad Española de Participaciones Industriales) y Graciano García (expresidente de la Fundación Príncipe de Asturias) me preguntó qué se podía hacer en Avilés. Yo había presentado tiempo atrás a Pedro Ferreras (presidente de la SEPI) un informe sobre el aprovechamiento de espacios libres por industrias obsoletas. Sabía que la SEPI tenía muchos terrenos en Avilés y le planteé a Graciano que se podría hacer en ellos un gran centro cultural.

-¿Me está diciendo que la idea de que el Niemeyer esté en Avilés fue suya?

-Sí, la idea de hacer un centro cultural en los terrenos abandonados y obsoletos de Ensidesa es mía. Graciano se lo trasladó a Vicente Álvarez Areces (expresidente del Principado) y por eso se ha hecho. Soy humilde, aunque no lo parezca.

-¿Pero en qué sentido tiene que potenciar Avilés su historia y su gastronomía?

-Avilés tiene que creer más en sí misma. La historia está en todo su entorno, en su alfoz. No veo los territorios tal como están montados ahora. Javier de Burgos trazó las líneas geográficas, pero a cinco minutos de Avilés, en el taller de orfebrería más importante que existía en el norte de la península, se hizo la Cruz de la Victoria.

-¿Pero desde el punto de vista gastronómico?

-Avilés tiene una excelente gastronomía. Siempre me ha seducido su plato estrella, la merluza a la avilesina, que cada vez me cuesta más encontrar en las casas de comida. Y, por supuesto, la longaniza. Que Avilés no tenga ninguna estrella Michelin no significa que no cuente con grandes restaurantes. La guía Michelin hace habitualmente un menosprecio de corte y una alabanza de aldea.

-¿Cómo cocinó la guía gastronómica que presenta en el Niemeyer?

-Es un trabajo de ocho años. Hemos ido a comer más de 500 restaurantes de toda Asturias y siempre hemos pagado las comidas. Como periodista profesional, considero que la independencia solo está en la selección subjetiva que puedes hacer después de pagar. Quien escribe tras ser invitado nunca puede ser independiente.

-¿Y de todos los platos que ha probado, con cuál se queda?

-No puede pedirme que le diga uno.

-Pero tendrá algún plato que le pierda...

-Los garbanzos con bacalao y espinacas que me hacía mi madre.

-¿Asturias, paraíso gastronómico?

-Asturias tiene por naturaleza los mejores sitios. Pero ni en Cudillero, ni en Tazones, ni en Candás hay sitios para comer bien. Sus propietarios no se han preocupado de hacer una oferta de nivel medio-alto. Muchos de ellos no tienen ni retrete en el restaurante.

-¿No cree que eso puede tener su encanto?

-Hay cinco cosas fundamentales a la hora de valorar un restaurante: que cocinen con aceite de oliva virgen extra, que no haya congelados ni precocinados, que el café no tenga torrefacto, y la limpieza. Lo primero que hacen los agentes de la guía Michelin cuando van a un restaurante es ir al retrete, es lo primero que miran.