Ya contaba más de ochenta años y Ángeles Panizo Rodiz seguía acudiendo, ventase o tronase, a la farmacia que regentó durante décadas en el número 10 de la calle Rivero para atender a la clientela a la que entregó su vida profesional con una vocación que muchas veces fue objeto de encomio y admiración. Pero el corazón de esta samaritana -que por tal la tenían muchos avilesinos- dejó de latir ayer y la noticia consternó a los cientos de personas que la conocían y apreciaban. Los restos mortales de Ángeles Panizo fueron velados en la sala 4 del tanatorio del Montán y el funeral de cuerpo presente está programado para este mediodía, en la iglesia de San Nicolás de Bari.

Tenía cien años; la suya fue una vida longeva, pero en algunas etapas no fácil precisamente. Ángeles Panizo, según relatan quienes la conocieron, vivió con pasión su oficio y en su farmacia abundaron, en los tiempos de escasez, los buenos consejos y la comprensión económica. "Era la típica farmacéutica que te podía adelantar un medicamento necesario en caso de apuro", asegura uno de los clientes de la botica de Rivero número 10, céntrica y concurrida, también una de las más antiguas de la ciudad.

La farmacia en donde Panizo despachó cientos de recetas magistrales, elaboradas con las técnicas ancestrales del oficio de los boticarios, gasta ahora aires modernos, fruto de la obligada renovación emprendida hace años, pero el espíritu de la propietaria original sigue presente de algún modo en el establecimiento. Eso opinan, al menos, quienes añoran aquella figura vestida con una impoluta bata blanca y una eterna sonrisa en el rostro.