La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Concejo de Bildeo | Crónicas del municipio imposible

Facundo

El carácter recalcitrante de los habitantes del concejo, con las peculiaridades de cada uno

Facundo

Todos los bildeanos somos recalcitrantes. Facundo Vaquero Cabrera es uno más, pero si tratásemos de agrupar los cien habitantes de este pueblo de acuerdo con su indiosincrasia, la manera de ser de los indios, obtendríamos una dispersión de cien variantes del recalcitrar general; somos obstinados, tercos, reacios, aferrados de por vida a una opinión y, aparte, cada cual aporta sus adornos personales; unos más hablantes, otros más chistosos, más antipáticos, más juerguistas, etcétera.

Facundo siempre fue recalcitrante y lacónico; el jamón, ni lo prueba, pero el lacón, hasta lo desayuna, empujando con buenos tragos de vino de León, del que antes venía en pellejos, un vino fresco que se deja beber y que, según él, tiene dos grados menos que el agua. Como los gochos de Bildeo son de raza asturcelta, llevan dos jamones detrás y dos lacones delante. Así que por la fiesta de San Martín, nuestro hombre intercambia con los vecinos jamones por lacones, kilo por kilo, para que no le falte nunca su manjar preferido.

Debido a la ingesta de tanto lacón, casi perdió el habla, al menos eso sostienen los vecinos; es lo que trae el laconismo, que pierdes la costumbre de hablar. Ahí sí que fallaron sus progenitores a la hora de bautizarlo, porque el nombre de Facundo significa elocuente, extravertido, sociable, hace amistades con facilidad?También influyó el hecho de vivir solo desde su adolescencia, sus padres fallecieron prematuramente, y que los demás guajes lo martirizaron toda la vida por sus orejas que, de pequeño era pabellones auditivos y de mayor pasaron a la categoría de auditorios con foso para orquesta, flanqueando el castillo central, almenado de rizos hirsutos.

Facundo pasa meses y años sin decir ni una palabra. Eso sí, siempre responde al saludo de los vecinos como si estuviera arreando ganado o avisando de un peligro:

-¡Buenos días, Facundo!

-¡Hey!

-¡Hola, Facundo!

-¡Hey!

-¡Qué hay, Facundo!

-¡Hey!

Se arregla perfectamente para hacer su comida, mantiene la casa limpia, viste como los demás, o sea, mal, pero va aseado; la casería marcha como el resto, también mal, pero va tirando con sus vacas, su mula, su tractor? y su perro Lelo, poco ladrador, de larguísimas orejas que va arrastrando por el suelo, tiene a quien parecerse.

Cuando se inauguró la carretera, allá por mil novecientos setenta y cinco, dijo tres palabras, prodigio de cuentagotas:

-¡Ya era hora!

Cuando instalaron la luz y el agua en el pueblo, con pocos meses de diferencia, aprovechó otras dos palabras para celebrar ambos acontecimientos de una tacada, ahorrando en discursos:

-¡Menos mal!

Y un 22 de Febrero de 1981 se destapó y preguntó a los en Cá los Xustos, sus vecinos más próximos, a los que el resto del pueblo llama los Sustos, si podían echar un vistazo a su ganado, que iba hasta Oviedo a dar una vuelta. Tenía cuarenta años y no había salido nunca de Bildeo, hasta de la mili libró por su situación personal y porque dijo la Guardia Civil que valía más que no fuera, que a una persona recalcitrante la vistes de militar y te puede dar un golpe de estado.

Conocía Oviedo por la televisión; bajó del ALSA y echó a andar por las calles más anchas; mucha gente había, igual era día de mercao, luego pensó que al vivir amontonados, unos encima de otros, en edificios altos, cuando salían de casa y se esparcían, lo llenaban todo; recorrió el Parque de San Francisco, nada, un prao de dos meses de bueyes; la Plaza de la Escandalera, sin escanda, sin maíz...

De pronto reparó en que tenía fame, sede y alguna otra necesidad. Vio un letrero grande oencima de un comercio que ponía "ZARA HOME", entró decidido y paró indeciso al verse rodeado de cortinas, cojines, alfombras y cosas así. Una dependiente, moza veterana de buen ver, lo vio algo perdido:

-¿En qué podemos atenderle, señor?

Facundo apretó los labios, no fuera a escapársele alguna palabra, su cara era pimentón para adobar la matanza, el sudor le corría espalda abajo y aquellas ganas de mear... La empleada, sonriente, esperaba; el bildeano, con su proverbial don de gentes, apenas pudo contestar:

-Equivoquéme.

-Usted dígame qué necesita.

-Ahí fuera pon "Homes"...

Facundo pedía auxilio en silencio, bastaba verle la cara, pero ellas son muy listas, tienen un ojo clínico certero:

-Yo soy de un pueblo de Tineo, me llamo Inés, ¿De dónde es usted?

-De Bildeo.

-Es mi turno para el desayuno, suelo ir a aquella cafetería de allí enfrente. ¿Le parece que tomemos un café?

En la cafetería todos estaban pendientes de la televisión, sería una película, se oía:

-¡Quieto todo el mundo!

Seguiremos informando.

Compartir el artículo

stats