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PABLO MARTÍNEZ CORRAL | Profesor de Historia, documenta la represión franquista

"Lo cierto es que aún hoy no sabemos si hay gente enterrada en la quinta de Pedregal"

"Muchas personas de derechas, según me contó Justo Ureña, pagaban a otras para evitar tener que ir ellos a pegar a los rojos"

Pablo Martínez Corral, delante de la reja que rodea la quinta de Pedregal. R. S.

-¿Por qué eligieron la quinta de Pedregal como centro de tortura?

-Eligieron este edificio por sus condiciones polivalentes. Una vez bombardeado el Ayuntamiento se trasladó allí el gobierno de la ciudad en octubre de 1937. Había estado ocupado por los libertarios e incluso había prestado apoyo a los republicanos. José Manuel Pedregal, su propietario, estaba fuera de Avilés. Era un lugar que tenía una finca muy grande como para albergar las distintas estructuras del nuevo régimen. ¿Por qué la eligieron? Pues porque estaba vacía.

El que habla es Pablo Martínez Corral (Avilés, 1980), profesor de Historia en el IES Arzobispo Valdés Salas, de Salas, y autor de "Memoria y olvido en la quinta de Pedregal. La represión franquista en la comarca de Avilés" (La Trókola, 2015), una monografía que sale de su tesis de Máster de Historia y Análisis Social de la Universidad de Oviedo y que se presenta el próximo viernes día 11 (19.00 horas), en el palacio de Valdecarzana de Avilés.

-O sea, la quinta sirvió como Ayuntamiento.

-Y como oficina de orden público y sede de la Brigada de Investigación y Vigilancia, un cuerpo destinado a la caza de "rojos".

-¿Cuándo empezó la represión en Avilés?

-El mismo 21 de octubre de 1937, cuando llegaron las primeras columnas nacionales que ocuparon Avilés procedentes de Oviedo y Luarca. Empezamos a encontrar fusilados en el pinar de Salinas. Uno de ellos, además, con los genitales metidos en la boca.

-¿Ya desde el 21 de octubre?

-Sí. Llegaron en la medianoche del 21 al 22 de octubre y desde el primer momento empiezan los fusilamientos. ¿Por qué? La entrada de los nacionales pilló a mucha gente en el puerto y, entonces, comenzaron a huir por la antigua carretera del pinar. Muchos de los que estaban refugiados en Avilés, ante la inminente entrada de los nacionales, intentaron regresar a sus casas. En Soto del Barco, en La Arena...

-Y los cazaron.

-Los cazaron. En la columna que vino de Luarca había falangistas que habían logrado huir de la represión republicana en Avilés.

-Se creó en Avilés una leyenda sobre la quinta de Pedregal en aquellos primeros años de la dictadura.

-La quinta de Pedregal forma parte de la memoria oral de la guerra civil en Avilés, una memoria que había quedado, si no silenciada, al margen de la historiografía de Avilés. En muchas ocasiones se organizaron actos de reivindicación del espacio como un lugar de memoria que debe ser recordado. Mismamente, se ha puesto un monolito en la puerta...

-Pero digo que en aquella casa había un peso más legendario que histórico.

-Sí. La historia se hace cuando se escribe. Lo que había más que mito era memoria oral a la que hemos llegado tarde. Me he puesto a trabajar en la represión hace diez años. En los ochenta había más supervivientes con los que poder hablar que en el momento presente.

-¿Qué pasó en aquella casa?

-La quinta de Pedregal fue un centro de tortura al que iban los presos a hacer su declaración; es decir, donde los presos eran interrogados por primera vez. En aquella sede operaba, como dije, la Brigada de Investigación y Vigilancia, que pertenecía a la antigua estructura de la Policía y a cuyo mando estaba el capitán Gabriel Carbonero. Fue el primero. Después murió y vinieron otros a sustituirle.

-¿Era un centro oficial?

-Claro. Ya en las sentencias se indica el nombre del cuartel como Pedregal. Tenía un grupo asignado que se dedicaba a hacer los interrogatorios.

-Pero los interrogadores no sólo eran policías.

-No. La casa de Pedregal estuvo monopolizada por los falangistas. La primera noticia que tenemos de la quinta de Pedregal es del 12 de noviembre de 1937, cuando hay una llamada en la prensa para convocar a los falangistas para un acto que se iba a celebrar allí. La Guardia Civil no tiene muchos efectivos así que el trabajo lo realizan también los falangistas que se acercaban allí en los fines de semana o en fechas señaladas sólo para pegar a las víctimas. No puede olvidarse el concepto de violencia de relación: la que señalaba a los partidarios de un grupo sobre los demás. Me contó Justo Ureña, el cronista oficial, que muchos de derechas habían pagado a alguien para no tener que ir ellos a pegar en la quinta. También es cierto que había otros que acudían de mil amores para reafirmarse como partidarios del régimen.

-¿Cuántos fueron los torturados en aquella casa?

-Entre los años 1937 y 1940 se torturó a unas 400 personas. De todas ellas tenemos constancia; sin embargo, esta cifra puede subir. Los 400 están recogidos en el libro.

-¿Cuántos de ellos murieron?

-Solamente en Avilés, hubo unos 160 desaparecidos.

-¿Dónde están?

-En las fosas comunes: en el pinar de Salinas, en la fosa de La Lloba...

-¿Y en la finca?

-Hay un debate abierto sobre ello. Nunca he tenido acceso al interior de la quinta de Pedregal, un edificio que fue remodelado en los años sesenta. Había un mito sobre la presencia de enterramientos en los jardines. Lo intentamos comprobar por todos los registros y no encontramos nada. En documentos que hemos estudiado se dice que los mataban a palos y se los llevaban en camiones fuera de la finca para tirarlos por ahí.

-¿Dónde?

-En el cabo Peñas, por ejemplo. O en el cementerio de La Carriona.

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