Las relaciones entre el concesionario de la cafetería y de la torre mirador del Centro Niemeyer y la propia fundación hace mucho que no pueden estar más tensas. Esta mañana se celebró una vista presidida por el magistrado Joaquín Colubi, un juicio promovido por la fundación que gestiona el Centro Niemeyer, que reclama al concesionario de los servicios de hostelería, Enrique Martínez Ondina, el pago de algo más de 90.000 euros correspondientes a los distintos cánones de los años 2014 y 2015 que a fecha de ayer miércoles aún no habían sido abonados.

El coordinador de programación del Centro Niemeyer, Borja Ibaseta, y el director general del complejo de la ría, Carlos Cuadros, ratificaron que las relaciones "eran manifiestamente mejorables", en palabras de Ibaseta. Gabriel Giraudo, el abogado de Martínez Ondina, fue un paso más: reconoció que su cliente era "un cabezón", pero también dijo que "es, fue y será un buen pagador". Lo que no dijo es por qué su cliente decidió armarse con un cuchillo para amenazar con matar "a alguien, al gerente". Uría, el ingeniero de mantenimiento, explicó que la reacción de Martínez Ondina se produjo después de que él (Uría) decidiera cambiar de sitio un lavavajillas que, en su opinión, causaba constantes averías en el desagüe de la torre mirador. "Esa fue la última vez que lo vi", aseguró Uría.

Martínez Ondina no acudió ayer al juicio promovido por la fundación del Niemeyer: estuvo representado por su abogado, por su hija, Laura Martínez, y por su yerno. Ángel Bernal, el abogado de la fundación, admitió que la entidad que gestiona el complejo asumirá parte de las facturas que presentó Ondina, pero que no va a renunciar a sus diferentes cánones. Bernal aseguró que el concesionario "ha hecho todo lo posible para no pagar lo que debe". Y entre las cosas que Bernal achaca al concesionario -y que se apoya en el testimonio del jefe de mantenimiento- está que este no levantara la regleta de los plomos cuando estos saltaban por exceso de consumo. "O, de repente, saltaba la alarma porque no estaban conectadas las campanas antihumos de las cocinas", en palabras de Uría. "¿Sólo tenía que levantar la regleta?", preguntó Bernal al jefe de mantenimiento. "Sí".

Frente a este punto, Giraudo, el abogado de Ondina, echó mano de 36 partes de avería del ascensor de la torre mirador. "Todas fueron a partir del verano", dijo Uría. Pero Giraudo sacó a colación partes de marzo y mayo. "¿Usted considera que marzo es un mes de verano?", preguntó Giraudo a Uría. De los partes, 33 fueron por inundaciones, dos por vandalismo y uno por avería en la botonera. Giraudo aseguró que el mal funcionamiento del ascensor de la torre desmejoraba su capacidad de negocio.