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La figura de la semana | Arturo Álvarez Viña | Colaborador de la cabalgata de Reyes de San Jorge de Heres desde hace 40 años

Una vida en el trono de la ilusión

Este prejubilado de Alcoa, que se pintaba la cara con corcho quemado para parecerse a Baltasar, es un amante de la caza y de su pueblo natal

Arturo Álvarez Viña, corcho en mano para maquillarse. RICARDO SOLÍS

Arturo Álvarez Viña es rey y lo mantiene en secreto. Lo es solo una vez al año y aunque nadie se lo imagine tiene unos poderes mágicos que le permiten mudar su piel cada 5 de enero desde hace la friolera de 40 años. Actualmente, tiene 63 y no tiene pensado por el momento abdicar de su trono de Baltasar. Álvarez Viña es natural de San Jorge de Heres y, cuando camina por su parroquia, todo el mundo le conoce como Arturo, el de Inés. Casualidades del destino, tanto su madre como su mujer se llaman de la misma manera. Desde hace unos años, está prejubilado de la fábrica de aluminio de la multinacional Alcoa. Trabajaba en el puente grúa. Una de las principales aficiones de Arturo, el de Inés, es la caza. De hecho, cuando era un niño de seis o siete años y todavía no había adquirido sus poderes mágicos, le pidió una escopeta de perdigones a los Reyes Magos. Ese año no debió portarse bien porque Sus Majestades de Oriente le trajeron un reloj. Se pilló un gran disgusto, quizá el mayor de su vida y consiguió que, un año después, Gaspar, Melchor y Baltasar le regalaran su objeto más deseado.

Álvarez Viña presume de que su trono es de los más consolidados. "Llevo más años de rey que Juan Carlos, él abdicó el año pasado y yo aquí sigo", afirma, mientras toma un café en la barra de Casa Cefero, el bar del pueblo. Fue precisamente en 1975, el año en el que el anterior monarca asumió la jefatura del Estado, cuando la comisión de fiestas de San Jorge de Heres decidió coronarlo como rey por una sencilla razón: nadie quería pintarse la cara para participar en la cabalgata como Baltasar. Álvarez Viña ya había finalizado el servicio militar, primero en El Ferral (León) y luego en Gijón, donde compartió instrucción con el que fuera párroco de San Jorge durante la última década, Rafael Lavandera. "En la mili me llamaban el Gran Lan", asegura, entre risas.

Sus primeros años de monarca no fueron fáciles. Le prestaban la ropa "maga" otros reyes de Luanco. "Nadie quería pintarse la cara con un corcho quemado", señala el prejubilado de Alcoa, que no se ha perdido ninguna de las cabalgatas de San Jorge desde su coronación. "Si me coincidía trabajar, cambiaba el turno y si, por ejemplo, me tocaba de noches, hubo veces que llegué a ir hasta con la cara pintada a mi puesto; era un calvario quitarla", explica. Con la ilusión de un niño, se sube cada enero a su carroza para repartir caramelos y regalos y también para atender las peticiones de los pequeños y mayores. "Este año, vino un crío y le pregunté: '¿Te portaste bien?' Me dijo que tenía que pensarse la respuesta", sonríe. Esa ilusión se contagia a todos en San Jorge. Es más, Arturo Álvarez afirma que hay adultos que se ponen más nerviosos que los pequeños al ver a los Reyes Magos. "Todos tenemos un crío dentro, es normal", asegura.

Pasados los años, las técnicas de maquillaje fueron mejoradas. "Me llegué a echar unos polvos mezclados con cerveza y luego te quedaba la piel muy tirante. Desde hace tiempo, ya me pintan con maquillaje", destaca el rey gozoniego, que también fue uno de los responsables de hacer sonar las campanas de la iglesia durante las fiestas, algo tradicional en San Jorge. Cada 5 de enero, tiene que afeitarse y echar crema protectora para la cara. "El bigote también lo cubro con pintura. No, no lo afeito. Los negros también tienen bigote", remarca. Actualmente, la sesión de maquillaje comienza a las seis y media de la tarde. Previamente, tiene tiempo para "tomar unos vinos por la mañana" y comer tranquilamente. Luego se desplaza hasta Xelaz, barrio en el que comienza la cabalgata. Allí se viste con ropajes de otras tierras y se monta en su carroza. "Cada vez que vengo a la cabalgata pienso: en Oriente hace mucho calor, luego al pasar el Pajares llega el frío", describe el monarca.

Álvarez Viña tiene el honor de que su alter ego ha repartido regalos a cinco generaciones y a cinco curas: "Don Joaquín, don Antonio, don Gumersindo, Rafael Lavandera y el actual, Andrés Atampiz. Don Joaquín llegó a casar a mis padres y también a mí". Los párrocos también reciben un regalo. "Recuerdo que, por ejemplo, a don Joaquín le dimos una botella de whisky. A don Joaquín le gustaba mucho la cabalgata, siempre gritaba por los altavoces de la iglesia: '¡Ahí vienen los Reyes!'", relata, sin perder por un momento la sonrisa.

Tras la resaca de la Noche de Reyes, Arturo Álvarez Viña recuerda a otros reyes veteranos en San Jorge, como Marcelino Diego y Pepe Rita, que dejaron su cargo a los, aproximadamente, 70 años. Pero Baltasar no piensa abdicar hasta que no esté obligado a caminar con bastón. No piensa en el relevo, se siente cómodo como repartidor de ilusión y regalos. Su hijo Ezequiel fue el último Melchor y su primo Antonio Viña tuvo el honor de meterse en la piel de Gaspar. Hoy domingo, Arturo está participando en un campeonato de veteranos de la caza con una escopeta que poco tiene que ver con la de perdigones que pidió a los Reyes Magos hace muchos años. El pasión que el "rey negro" tiene desde que era un crío ilusionado cada 6 de enero.

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