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Concejo de Bildeo | Crónicas del municipio imposible

"Alpargato"

La comedia que se montó al ir a comprar un audífono para un burro

"Alpargato"

De nuestro corresponsal,

Falcatrúas

Isidro, el inventor de Bildeo, asestó a un burro que compró el rastrero nombre de "Alpargato" y lo convirtió en víctima propiciatoria para ensayar en él algunas de sus innovaciones técnicas, que resultan ser verdaderos atentados contra la integridad física del pobre jumento, putadas en todo caso; milagrosamente, el burro va sobreviviendo, tal vez por llevar algo de "gato" en el nombre y corresponderle vidas suplementarias. No es crueldad exclusiva de Isidro; del maltrato animal no hay bildeano que se libre, especialmente con perros, burros y mulas, animales estos últimos unidos por lazos de sangre con la población local.

Isidro se percató de que muchos animales domésticos no hacen ni puñetero caso cuando sus dueños los llaman, especialmente en las ciudades, donde la gente ociosa se complica la vida metiendo un perro en casa y dándole una serie de instrucciones muy bien documentadas, pretendiendo que el pobre animal las entienda:

-Mira, "Telesforo" (un perro como Dios manda ha de llevar un nombre distinguido), no puedes hacer pis ni caca en el salón porque papá y mamá todavía están pagando la hipoteca y nos resulta oneroso llevar todas las semanas la alfombra a la tintorería. ¿Entiendes, "Telesforinín"?

Naturalmente, los canes ni entienden ni son culpables de nada, sino sus dueños, que pretenden gobernarles la vida como si fuesen nietos de cuatro patas o un robot japonés doméstico de última generación.

Isidro trató de colocarle unos audífonos al burro para que respondiese a unas señales que pensaba emitir por medio de dos piedras de afilar metidas en un cachapo (zapico) y se dirigió a una tienda especializada de Oviedo.

-¿Tienen ustedes datáfonos?

El empleado era experto; en cuanto vio entrar aquel paisano, la boina, los andares, la mirada, el modo de preguntar poniendo una mano como una pala para ampliar la captación de ruido de su oreja, en cuya cueva brotaba una sebe, ya dedujo lo que necesitaba.

-Perdone, señor, pero ¿no serán audífonos lo que usted anda buscando?

-¡Éso, audífonos! ¿Cómo dije yo?

-No se preocupe, es muy habitual confundirse con estas modernidades; la secuencia lógica sería que usted eligiera un au-dí-fo-no (retintín) y luego nos entregase su tarjeta para pasarla por el da-tá-fo-no (más retintín); pero yendo a su petición, tenemos de lo mejor que hay en el mercado.

-Necesito unos que sean bien grandes.

-Me sorprende usted, caballero, nuestros clientes suelen pedirlos pequeños y personalizados, que se adapten perfectamente al pabellón auditivo y resulten prácticamente invisibles, porque en estos tiempos se cuida cada vez más la estética.

-No me interesa la estética porque no son para mí sino para mi burro, "Alpargato"; noto que no me atiende cuando le hablo ni me hace caso cuando lo llamo; el veterinario me dijo que igual anda mal del oído, será por la edad, ya pasa de los veinticinco años?

El empleado, que resultó ser un tal Erundino, repeinado con cortinilla, dejó a un lado su sonrisa profidén, puso cara de palo y continuó en otro tono, mientras los clientes esperaban expectantes la escena siguiente:

-¿Toca hoy el día de los graciosos?

-Nada de broma, le estoy hablando bien en serio. El burro lleva toda su vida en casa, va perdiendo facultades y si puedo evitar que pierda calidad de vida, haré lo que haga falta.

Erundino lo miró de hito en hito, dubitativo, sin bajar la guardia, pero le siguió la corriente, a ver qué traía aquel paleto entre manos, sabía por experiencia que los paisanos de pueblo se hacen más ignorantes de lo que realmente son para obtener alguna ventaja.

-No tenemos nada de esas proporciones que usted necesita, pero se lo podemos preparar; claro que el consumo de pilas se va a disparar.

-Que dispare lo que quiera -afirmó Isidro con seguridad- ya pensé en ello y estoy diseñando un sistema para que las pilas se recarguen cada vez que caiga un rayo cerca.

-¡Un rayo que te parta por la mitad, mariconzón! ¡Hala, a rascala por ahí, vete a bacilar a otra parte!

Isidro abandonó la tienda, indignado, entre aplausos de los clientes y el mosqueo de un diputado que acababa de llegar a por unas gafas.

Hablando de burros, la opinión de los bildeanos fluctúa peligrosamente a la hora de catalogar a Isidro como persona o como semoviente. Cuando "Alpargato" y él van juntos, la gente se pregunta cuál de los dos tendrá más de humano y suele decantarse por el burro: será más o menos listo, pero incordia menos.

Todas estas historias podrían ustedes conocerlas de primera mano si se dejasen caer por este maravilloso concejo. Decídanse, antes de que echen el cierre.

Seguiremos informando.

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