Luanco se rindió ayer ante el Cristo del Socorro. La devoción por el "milagro que salvó de morir ahogados a unos doscientos marineros" tal día como ayer en 1776 sigue intacta en la capital gozoniega. Cientos de personas participaron en la tradicional procesión, que partió puntual de la plaza de la Villa, a las once y media de la mañana, y contó con la asistencia de algunos vecinos vestidos con la indumentaria marinera: pañuelo azul, camisa blanca y pantalón de mahón.

El paso cívico estuvo animado por la música de la banda de San Martín del Rey Aurelio, un clásico en las celebraciones en Luanco. La comitiva cruzó por error por la calle Marcelino Rodríguez pese a que el habitual recorrido se realiza desde la playa de La Ribera. Una vez resuelto el problema, la procesión circuló por el plano marcado, por la calle de La Riba hasta llegar a la iglesia. Las niñas Rocío Prendes e Isabel Rodríguez paseaban con un besugo en un cesto al tiempo que Marina Rodríguez y Mara Galán hacían lo propio con un pan de hogaza. "Son las ofrendas al Cristo", explicaron. Los pequeños Sergio Prendes y Jesús Artime caminaban de la mano tras ellas.

Una vez que la procesión cívica llegó a las puertas de Santa María de Luanco, los músicos de San Martín del Rey Aurelio hicieron un receso para esperar la salida del Cristo del Socorro, que marcó el comienzo de la procesión religiosa.

Un grupo de párrocos, entre los que se estaban el luanquín, Cipriano Díaz, y el de Llaranes (Avilés), José María Murias encabezaban la comitiva. Bajo palio, el párroco de Villaviciosa, Jorge Cabal, portó el lignum crucis durante todo el trayecto (por decisión de su homólogo luanquín), que atravesó de nuevo la calle La Riba, Zapardel hasta Hermanos González Blanco y desde ahí, al paseo marítimo, frente a la playa. En ese punto, se celebró el momento más emotivo de la jornada, a pocos metros del lugar donde la leyenda dice que se materializó el milagro aquella fecha de 1776. Jorge Cabal pronunció una plegaria al Cristo para pedirle, entre otros asuntos, que proteja a los pescadores para que "vuelvan a casa tras sus duras tareas" en la mar. "Gracias por las tardes tranquilas, por las noches oscuras, por los días de sol y los días grises, por las penas y las alegrías", recitó el párroco maliayo.

Los feligreses caminaron bajo un sol de justicia, algo muy habitual cada 5 de febrero, como si el Cristo obrara otra leyenda mística. Durante todo el paso, tanto el cívico como el religioso, los luanquinos estuvieron acompañados por el director general de Pesca, Alberto Vizcaíno, y el alcalde, Jorge Suárez (que se estrenó como regidor en el paso), el patrón de mayor de la Cofradía de pescadores, José Luis Gutiérrez, y el capitán de la Guardia Civil de Avilés, Mariano Revuelta, entre otros.

Por la tarde, la charanga "L'Estruendo" puso la nota de música y color a las calles momentos antes de comenzar otra nueva sesión de los coros en los chigres. Ayer, le tocó el turno a los coristas de El Patio de Manzano y de la vinoteca Ciaboga, que actuaron en sus respectivos locales. Por la noche, el ritmo lo marcó la orquesta "Versión Original" tras una jornada de devoción religiosa en Luanco.