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La figura de la semana | Teo Siñeriz y Chus Rodríguez | Veteranos de las fiestas del disfraz

Los notarios del Carnaval

Destacados sindicalistas desde su juventud impulsaron la Cofradía del Santo Entierro de la Sardina tras la recuperación del Antroxu en la Transición

Por la izquierda, Teo Siñeriz y Chus Rodríguez, junto a la escultura de "La Monstrua". MARA VILLAMUZA

"Esto ha cambiado mucho", dice Teo Siñeriz mientras deja que enfríe el café con leche que ha pedido. "Antes, íbamos a los chigres y pedíamos una botella de vino. Ahora no, ahora entre el agua de éste, la 0,0 de aquel... Pero, bah, seguimos en la brecha", añade.

Teo Siñeriz (Ávila, 1951) es pura tradición. Participó en la fundación de la cofradía del Santo Entierro de la Sardina, de la peña La Pecera y de su orquestina homónima. Pero la tradición no sólo se enraiza en las celebraciones festivas. Entró en la fábrica a comienzos de la década de los setenta y contribuyó a levantar el sindicato Comisiones Obreras (CC OO) y el Partido Comunista de Asturias (PCA), organización que llegó a dirigir en la comarca hace ya algunas décadas.

Chus Rodríguez (Arnao, Castrillón, 1954), por su lado, también tiene mucha tradición a sus espaldas. La compartida con Siñeriz y la adquirida en el movimiento vecinal avilesino: fue coordinador de Izquierda Unida (IU) en Llaranes y El Pozón y, como Siñeriz, también obrero de la cabecera avilesina de Ensidesa. Los dos, desde hace un cuarto de siglo, contribuyeron a que creciera el Santo Entierro de la Sardina, pero no sólo a eso. También se inventaron la cuenta atrás para las fiestas de Antroxu de Avilés -los cien días, los cincuenta y cada sábado anterior al Sábado del Descenso-. Son fiesteros desde hace un cuarto de siglo.

Y se dice pronto.

-En esto no se va soltando lastre: cuando te cansas, te cansas. Y yo todavía no me he cansado -confirma Siñeriz.

Los dos están en tránsito. En unos años engrosarán las clases pasivas. De momento, están prejubilados.

-Por eso, decía que sí, que las cosas van cambiando, que la edad es la que es, pero también seguimos teniendo cuerda para rato -apostilla Siñeriz.

Chus Rodríguez bromea y suelta que no sabe bien cuándo los dos se hicieron "pareja de hecho". Y bromea porque lo sabe certeramente. "Con catorce o quince años dimos un golpe de Estado y nos quedamos con la gestión del Club Juvenil de Llaranes", recalca Rodríguez. Siñeriz y él se conocen desde que eran guajes, "aunque vivíamos en zonas distintas del barrio", apunta el primero. El Club Juvenil estaba en manos de los salesianos, que también dirigían la educación del colegio de niños. "Un día nos plantamos ante la dirección de la fábrica y dijimos que queríamos llevar el Club", apunta Rodríguez, que fue el primer presidente de la organización pionero. "Teo fue el primer secretario", apostilla Rodríguez.

Eran los primeros años setenta. Rodríguez y Siñeriz vivían en Llaranes desde mediados de los cincuenta. El padre de Siñeriz, por ejemplo, fue primero empleado de Entrecanales y, después, fue reclamado por la empresa. Al de Rodríguez le pasó parecido: fue campanero, es decir, uno de los obreros que arriesgaron sus vidas para cimentar la fábrica que iba a traer el progreso a la comarca. "Mi abuelo, además, había trabajado en la Real Compañía Asturiana de Minas, el antecedente de Asturiana de Zinc", señala Rodríguez. O sea, dos amigos desde el principio de los tiempos, dos amigos metidos en todos los fregados: en los sociales, en los festivos, en los sindicales, en los políticos. Y en todos los demás.

Como tantísimos, los dos se formaron en la Escuela de Aprendices de Ensidesa. "Coincidimos en algún curso, pero nos llevábamos algún curso", interviene Siñeriz. El cura que les daba Religión ("se llamaba Chema", dicen los dos) vio en aquellos chavales potencia sindical. "Participábamos en reuniones clandestinas donde el cura nos enseñaba los rudimentos de la acción: qué era una octavilla, qué, un panfleto...", cuenta Siñeriz. La revolución empezaba a la vuelta de la esquina.

Los dos, mientras tanto, seguían dirigiendo el Club Juvenil. "La formación que teníamos era la de los grupos de empresa, así que lo que hicimos fue replicarlos en el Club Juvenil y creamos una sección de camping y montañismo, otra de fotocine, uno de marquetería... Eran alrededor de medio centenar de personas.

Pasó el tiempo y la Transición trajo los carnavales a Avilés. Los dos inquietos obreros de la siderúrgica se embebieron de los festejos que empezaban a sonar tanto como los de Cádiz o Santa Cruz de Tenerife. "Las charangas estaban muy politizadas en aquellos entonces, pero era natural, la política está en todas partes", apunta Siñeriz. La del bar Dulcinea se escindió como consecuencia del Referéndum de la OTAN: unos apoyaban el Sí y, otros, se negaban de entrada. "Era por participar en las manifas...", aclara Rodríguez. Así fue como nació Faragaya, que fue uno de los gérmenes de La Pecera y, a su vez, de la cofradía del Santo Entierro de la Sardina.

-Pero nosotros no inventamos el entierro, fueron los de la asociación Escontra'l Raigañu -reconocen los dos casi a coro.

Lo que sucedió en un momento dado es que a la charanga Faragaya le encargaron el reinado del Carnaval. Muchos de ellos eran también miembros de Escontra'l Raigañu, "No podían estar en los dos sitios, así que nosotros tomamos el relevo del Entierro, porque en algunos años el Ayuntamiento ni lo incluía en el programa", recalca Siñeriz.

Llevan 25 años apuntando los sucesos cotidianos de la ciudad en la última jornada del Antroxu. Teo Siñeriz es el Testamenteru oficial desde hace tiempo mientras que Chus Rodríguez ejerce, mayormente, de viuda plañidera, de secretario y de lo que haga falta. "Hubo una vez que fuimos seis los testamenteros: no había focos, no había sonido... e iban subiendo al carro y bajando de él a medida que notábamos que no se les oía. El primero fue un monologuista de Llaranes que se llamaba Juanjo", recuerda Siñeriz, que es el autor de la mayor parte de los testamentos de la Sardina. "Estaría bien publicarlos", reconoce Siñeriz. "Pero no sé...".

Los dos, a estas alturas del artículo, ya han terminado sus cafés con leche y se han dejado fotografiar junto a La Monstrua. Dicen que tienen prisa: hay que ir a votar. "Hay elecciones sindicales en Arcelor: a ver qué pasa", concluyen.

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