Ángel Álvarez Fernández, miembro de una dinastía de comerciantes instalada en Avilés desde la década de los años veinte del pasado siglo, recibió ayer el último adiós de cuantos le apreciaban en la ciudad, que se cuentan por centenares. La familia del difunto, popularmente conocida como "los Álvarez", estuvo muy arropada en el entierro de uno de sus miembros, que tenía 81 años y dedicó la mayoría de ellos al negocio familiar. La última tienda de las tres que llegaron a tener abiertas los Álvarez cerró sus puertas en septiembre de 2014 en la calle La Muralla, regentada en su caso por José Carlos Álvarez, uno de los cuatro hermanos que tuvo el finado.

La tradición comercial de los Álvarez en Avilés, que tenía en Ángel Álvarez a uno de sus exponentes, arrancó en 1925 en la calle La Fruta con el asentamiento de Laureano Álvarez (fallecido en 1973), un emigrante retornado de América que, como otros que probaron fortuna en el otro lado del Atlántico, vieron en el comercio una forma de prosperar. De los cinco hijos del pionero, cuatro siguieron sus pasos: Laureano, Mario, Luis Alberto y Ángel, el recién fallecido. De su mano, los Álvarez llegaron a abrir otras dos tiendas en las calles La Muralla (1957) y La Cámara (1967).

Aún circula por Avilés una frase hecha que afirma que no hay varón avilesino que haya cumplido los 70 años en cuyo armario no se guarde una prenda adquirida en las tiendas de los Álvarez. Y es que tanto el cabeza de familia como los hijos que continuaron la tradición familiar marcaron tendencia durante décadas, aquellas del boom de Ensidesa y otras empresas como Endasa y Cristalería Española. En un Avilés industrializado a marchas forzadas, los Álvarez fueron pioneros, junto a otros comerciantes locales, en la venta de ropa manufacturada, que en su caso encargaban a modistas de toda Asturias.

El difunto deja viuda, Ana María Cid Hevia, y una hija, María Álvarez Cid, además de tristeza en quienes fueron sus clientes y un profundo vacío en el tejido comercial avilesino.