La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Concejo de Bildeo | Crónicas del municipio imposible

Leyendas bildeanas

La costumbre de las culebras de mamar de las ubres de las vacas, según relato popular, y otras historias típicas en el municipio

Leyendas bildeanas

De nuestro corresponsal, Falcatrúas.

La bisabuela Rosalía, casada en Cá Fonso con el bisabuelo Nemesio, contaba historias tremebundas que encandilaban a nietos y bisnietos en el momento de la narración y los mantenía en vilo de noche, por lo que pudieran tener de verdad. Como si fuera un aviso para los tiernos infantes de lo que podrían encontrar a lo largo de su vida, aseguraba que cuando era una nena, había una vaca en casa que escapaba todos los días a la misma hora de un prado cercano que hacía de corral y se encaminaba hacia un paraje conocido como el Penietso la Fiesta para dar de mamar a una culuebra (culebra).

Los guajes escuchaban acojonados, es decir, sobrecogidos, hasta que alguno, avisado, hacía una pregunta de desconfianza:

-¿Pero las culuebras maman?

-¡Huy, neno, claro que maman! Hay vacas que pierden la cría y dan la leche a algún otro xatín que la necesite, y si no a un gochín o a un perrín... Las culuebras son listas, se acercan a las casas, se cuelan en las cuadras, recorren los pesebres y escogen una vaca que atseite (que dé tseite, leche); son listas, no trepan por una pata hasta alcanzar la ubre, como dicen los que no saben de eso, porque las espantaría; se alzan desde el suelo, o aprovechan cuando la vaca está acostada, y como tienen un mamar tan suave, chupan toda la leche que quieren.

Algunos guajes trataban de que, en la escuela, les aclarasen algunas de esas historias, así que hacían la pregunta para averiguar, de paso, si el maestro "sabía" de verdad.

-Don Manuel, ¿las culuebras maman?

-Maman los mamíferos. ¿Una culebra es un mamífero? ¿Las hembras de las culebras tienen tetas? (Risas de toda la clase).

-No, señor, las culuebras no tienen tetas, pero una sanguijuela chupa sangre y no es un mamífero...

Algunos de los niños que escuchaban aquellas historias, al hacerse adultos identificaron a determinados personajes con un mamar tan suave como el de la culebra; algunos llegan a mamar con tanto oficio que, en lugar de chuparte la sangre, parece que te están haciendo un favor, que les deberás para siempre.

Entre el pueblo de Bildeo y el río hay unos prados y tierras de labor a los que se accede por un camino muy empinado; ahora ya no se da el caso, porque todas aquellas fincas están abandonadas y sólo producen matorrales, pero en otros tiempos, al utilizar el carro había que xuncir (poner a tirar del yugo) dos parejas de vacas o bueyes; una se acoplaba a ambos lados del varal y la otra, unos pasos por delante, tiraba de una soga amarrada al pezón del carro, repartiendo la carga entre cuatro bestias. Por eso, a esta maniobra se la bautizó como "acuartar", o "a cuartas", porque eran cuatro a tirar. Si tiraba una sola pareja, se llamaba "a cencietsas" o "sencietsas", es decir, "a sencillas".

Tan mal subían los carros por ese camino que la gente prefería utilizar caballerías o subir la hierba, la escanda o las patatas a espaldas. Así eran las cosas no hace tantos años. La hierba de los prados que quedaban por ese trayecto se preparaba en cargas bien apretadas, amarradas con cuerdas. Podían ser treinta, cuarenta o cincuenta kilos, muy voluminosas, se cargaban a hombros y así se recorría entre uno y dos kilómetros cuesta arriba, en plena canícula, y muchas veces sin posar la carga en alguna pared que quedase a la altura adecuada. (Nunca en el suelo, porque a ver quién la levantaba después).

En estas cargas de hierba al hombro volvían a intervenir las culebras, pues se dieron casos en que la mercancía llevaba una culebra incorporada. Si a lo largo del trayecto la culebra abandonaba su escondite y se deslizaba por el cuerpo del portador, o portadora, el susto era morrocotudo y la carga acababa rodando pendiente abajo, quién sabe si llegando hasta el río.

Algunos vecinos se metían con Carme Fonso, porque obligaba a sus hijos a subir a hombros la yerba de algunos prados, en vez de utilizar dos parejas de vacas. La explicación era breve y contundente:

-¡Tengo más fíos que vacas!

No había más que hablar. Eso sí, la obligación era unisex, también las hijas entraban en el reparto y cargaban yerba al hombro como sus hermanos, cada cual según sus fuerzas. Tanto se hartó Josefina, una de las hijas, de aquel trabajo esclavo, que alguna vez quedó yerba "olvidada" en el prado, para evitar otro viaje. Pepe el Ferreiro, el padre, se fijó en aquel desperdicio y recomendó:

-La yerba que no queráis llevar, tirayla al río, que no se vea, que aquí parez mal.

Seguiremos informando.

Compartir el artículo

stats