La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La figura de la semana | José María Clero | Presidente de la Asociación Astur-Galaica Santiago Apóstol de Avilés

El guardián del Camino da el testigo

El presidente del albergue de peregrinos, que deja el cargo, emigró de Galicia a Cuba y a su vuelta forjó su familia en su Avilés de adopción

José María Clero, ante el albergue de peregrinos. MARA VILLAMUZA

Los peregrinos que en su caminar a Santiago pernoctan en el albergue avilesino dejan la ciudad convencidos de que han conocido a un descendiente de Napoleón. Así se les presenta José María Clero, presidente del Albergue de Peregrinos Pedro Solís y de la Asociación Astur-Galaica Santiago Apóstol, que a sus 82 años está a punto de dar el testigo. La sangre de Bonaparte dice que le viene de su bisabuelo, "Pablo Lecrere, un militar que entró en España con las tropas francesas" y encontró el amor en tierras gallegas. Cuando la pareja se dio el sí quiero, el cura no se complicó la vida y, en la partida de nacimiento, escribió Clero en lugar de Lecrere. José María sabe que también existe la posibilidad de que su abuelo no fuese un militar francés, sino un peregrino belga que haciendo el Camino de Santiago halló pareja. Pero él prefiere la primera teoría. Lo del parentesco con Napoleón es garantía de éxito en cualquier conversación.

Clero nació en el seno de una familia campesina el 5 de diciembre de 1933 en la parroquia de Buxán, a unos veinte kilómetros de Santiago de Compostela. Rebelde, inquieto y huérfano de padre desde crío, a los 18 años emigró a Cuba: "Tenía allí a mi tío y me reclamó". Como hicieron tantos gallegos, partió de Vigo en el "Santa María". Regresó al mismo puerto diez años después, a los 29, y nada más pisar tierra se reencontró y se despidió a la vez de su madre María y de su hermana Manuela. "Se iban para la Argentina, para con mi hermana Carmen. Y allí murió mi madre, a los 96 años", relata. En Cuba, trabajó en el negocio de su tío, que tenía diez hijos. "Cortaba plátanos. Tenía que mirar que estuvieran bien redonditos. Luego iba en un camión a venderlos a La Habana, desde donde salían para Estados Unidos. Pero cuando llegó Fidel me vine para España, la gente ya no tenía ilusión por trabajar, por tener negocios", prosigue.

El regreso a su querida Galicia no pudo ser más efímero. Le llegaron noticias de que en Avilés, en la comunidad vecina, había mucho trabajo. Y, de nuevo, cogió el montante y se plantó en la que se ha convertido en su ciudad de adopción. "Pasé la primera noche donde está 'El Chiquito' y empecé a trabajar en Corvera, en la cerámica 'La Tejera'. En Cancienes conocí a mi mujer... y me engañó", continúa. Ella, Josefina Cagigas Vidal, era pantalonera y el engaño tuvo lugar en Covadonga. "Me hizo beber del agua de esa fuente (Los Siete Caños) que dicen que a los seis meses te casas. Y a los seis meses, ¡zas!, yo estaba casao. La boda fue un 31 de diciembre. Bendito engaño", prosigue. José María Clero también trabajó en una empresa de construcción, en subcontratas de la antigua Ensidesa, en Hidroeléctrica (en Proaza) y pasó los últimos 25 años de su vida laboral en Cristalería Española, la actual Saint-Gobain, donde se jubiló. Muy activo en la vida social y política avilesina, fundó a principios de los noventa la Asociación Astur-Galaica de Avilés, colectivo que supera los mil socios, y también se integró en la directiva del Lar Gallego.

"Mucho viajamos... Mira, esta corbata (estampada con tulipanes) me la regaló un conductor de autobús en Holanda. Anduvímoslo todo: Alemania, Suiza, Bélgica, Italia, toda España...", relata en alusión a la cantidad de viajes que organizó durante todos estos años. Ni el propio Clero es capaz de cifrar el número de veces que ha peregrinado a Santiago. Hizo rutas del tirón y organizó decenas por tramos, que solía reservar para las jornadas dominicales.

El Camino de Santiago a su paso por Avilés tiene a este gallego como uno de sus principales defensores y guardianes. Desde que el albergue de peregrinos abrió sus puertas, él ha dado la bienvenida a los caminantes, a los que deleitó con sus historias, queimadas y frilloas. Su energía, vitalidad y cabezonería es tal que durante la última obra del edificio se empeñó en dormir con los peregrinos en el Edificio Fuero. Ahora, lamenta, ha llegado el momento de dar el testigo. Dejará la presidencia de la asociación a Jesús de la Rosa, y las llaves del albergue a su hijo Alfredo (tiene otro, José Raúl, que vive en Londres). Ganas de seguir no le faltan, pero toca volver a casa. Pasan los años y ha llegado el momento de centrarse en el cuidado de su mujer. La salud le acompaña, y sólo le falla un poco una rodilla, de la que se operará en unos días. "Cuando salga del hospital y vuelva a saltar... ya verás, a hacer otra vez el Camino", concluye su guardián.

Compartir el artículo

stats