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El preámbulo de la Semana Santa de Avilés

Mimos para el órgano de Sabugo

Federico Acitores, el constructor de la joya musical de Santo Tomás de Cantorbery, pone a punto el instrumento para que luzca en el certamen de Música Religiosa

Federico Acitores entra por una trampilla al compartimento del órgano de Sabugo que concentra el mayor número de tubos. RICARDO SOLÍS

Nadie mejor que el artesano que lo construyó hace ahora seis años conoce los achaques del órgano de la iglesia de Santo Tomás de Cantorbery y cómo solucionarlos. Y esa persona es Federico Acitores, que concluyó ayer la revisión anual que realiza a una de sus más preciadas "criaturas", una rutina que aprovecha para afinar el instrumento y dejarlo a punto para que muestre su poderío en la Semana de Música Religiosa de Avilés, cuyos conciertos comienzan mañana a las 20.00 horas con el organista cacereño Raúl Prieto como primer artista invitado.

"Este órgano aún es como un bebé; tiene muy poco tiempo y por eso no presenta averías ni problemas graves. Los seis años que pronto cumplirá no son nada comparados con los 400 o más que podrá llegar a celebrar si no estalla una Revolución en la que a alguien le dé por quemarlo, y esto no es una exageración puesto que hay algunos de esa antigüedad. Sin duda Avilés tiene en esta pieza un patrimonio único y llamado a perdurar", comenta Acitores mientras se toma un breve descanso en su trabajo.

El maestro organero se recrea en las dimensiones del coloso: once toneladas de madera de roble para la estructura y 2.850 tubos fabricados con una aleación de estaño y plomo. "Mucha gente piensa que los tubos son de acero, pero ese metal no es muy maleable -algo conveniente para la afinación- ni tiene las mejores prestaciones sonoras", explica el artesano, a quien se le nota orgulloso de su creación.

Acitores y su ayudante, Alfonso Torrijos, se mueven por las tripas del órgano (que tiene dos pisos de altura comunicados por una escalerilla interna) como quien anda por el salón de su casa, y eso pese a que el interior del instrumento es un laberinto de delicadas piezas que cubren el 80 por ciento del espacio disponible y que en caso de ser golpeadas o movidas de su sitio podrían romperse o hacer perder al órgano su preciada afinación. "Los principales enemigos de un órgano son la incultura y los manazas", asevera con buen humor Federico Acitores. "Los otros agentes que pueden dañar a un instrumento de este tipo son la humedad, el polvo, las calefacciones de aire y los animales, en especial los insectos xilófagos (devoradores de madera), los roedores y las aves, que si se cuelan en la iglesia pueden defecar en los tubos", añade el experto.

El hombre cuyas manos montaron el majestuoso órgano sinfónico de Sabugo destaca lo polifacético del mismo, "pues tiene la capacidad técnica para abordar cualquier repertorio"; esto es, que lo mismo sirve para ponerle música a una misa que para tocar piezas clásicas o composiciones de vanguardia. Y para que así sea, la afinación es fundamental. Acitores demuestra tener un oído prodigioso: escucha cómo suena cada uno de los 2.850 tubos y si alguno no le convence le da unos golpes en el cabezal con una herramienta especial -acampanada pro un extremo, cónica por el otro- hasta que abriendo o cerrando el agujero por donde se expulsa el aire comprimido logra el timbre o el tono deseado vigilando a la vez la armonía del conjunto.

Los organistas que han tocado el órgano de Sabugo, muchos de ellos de talla internacional, vierten elogios generalizados al aparato: "Es un buen regalo para la población de Avilés y las generaciones futuras", opinó la japonesa Izumi Kando; "fue un honor y una gran alegría tocar este órgano lleno de poesía y fuego", dejó escrito el libanés Naji Hakim en el libro de honor del órgano, al que aún le quedan decenas de páginas en blanco.

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