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Necrológica

Se apaga la sonrisa de la calle Las Artes

Fallece Albano Augusto, el joven que ayudaba a la clientela de un supermercado avilesino para llevar dinero a casa

Albano dejó de sonreir el pasado domingo. Y no había parado de hacerlo desde que era un crío. Su sonrisa burlona y guasona, bromista en ocasiones, inundaba cada mañana y cada tarde la calle Las Artes y las zonas aledañas de Rivero. Esa sonrisa era la de un joven que supo sobrevivir a las adversidades desde bien pequeño. Creció en el ahora extinto poblado chabolista de Divina Pastora y fue al colegio de Versalles, donde coincidimos durante la entonces llamada EGB. Hasta hace poco más de un día vivía con su familia en Miranda.

Compartimos muchas horas juntos cuando medíamos poco más de un metro de altura. Tengo el orgullo de haberle ayudado a que aprendiera a leer, y algún que otro recuerdo de comidas en el comedor escolar, también de los disfraces de carnaval que algún año se vino a probar a mi casa. Quizá ahí comenzó a forjarse una relación que nunca se rompió.

Cuando se enteró de que me iba a formar como periodista enBilbao no le gustó, pero sé que estaba orgulloso por esa suerte mía de poder seguir estudiando. Él, sin embargo, tenía que sacar adelante a su familia y así lo entendió desde que tuvo uso de razón. Comenzó a colaborar con un supermercado, ayudaba a sus clientes a llevar las bolsas a casa y en todo lo que se le pidiera tanto dentro como fuera. También echaba una mano a los negocios de las inmediaciones de la calle Las Artes, siempre voluntarioso y sonriente.

Era un tío cariñoso y despierto. Pero su delicada salud, al final, le pasó factura. Hace días que no nos veíamos entre Las Artes y Rivero, y cuando me dijeron que estaba hospitalizado, sinceramente, no me preocupé. Pensaba que era un achaque sin más. El domingo volví a casa después de un viaje y me avisaron de que había pasado lo peor, que esa sonrisa burlona ya no la iba a ver nunca más. Después de meditar sobre su pérdida, sobran los lamentos. Solo queda mantener en el recuerdo la alegría y el cariño con el que Albano hablaba cada vez que coincidíamos. También me alegro de haberme encontrado en el camino de un luchador. Y no, no te haré caso, no me voy a cortar el pelo, como siempre me decías.

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