"La imagen es un fracaso de la palabra. Utilizas imágenes cuando las palabras no te han acudido y no te han servido para armar ese pensamiento, esa sensación que uno quiere compartir". Antón Reixa, músico, poeta, compositor, guionista, fundador de "Os Resentidos", escritor de teatro... El artista gallego se confesó ayer con el público reunido en el Cine del Niemeyer, para quienes desgranó su filosofía de trabajo y algunas de sus piezas, a caballo entre la poesía y la imagen. Reixa, de hecho, inauguró el ciclo "Palabra e Imagen" en el centro cultural de la ría.

Respecto a ese recurso de la imagen para suplir las palabras, añadió: "Acepto que haber acudido a las imágenes ha sido por voluntad de superar el fracaso de mis versos. En esa puesta en escena de la poesía fui conviviendo con ese fracaso". Y así, con un homenaje a los cantares de ciego, en "Lecciones de cosas" incluyó la pieza "La solución Bukowski o el Barbero de Sadam", en el que, a partir de varias performances, fue contando la historia apoyándose en imágenes. Una historia que, por cierto, nació del singular hecho de que las tropas que buscaban a Sadam encontraron en uno de sus refugios un disco de Julio Iglesias. "Me dio pie a pensar que algún gallego había tenido algo que ver en la captura de Sadam".

Reixa agradeció a los espectadores su presencia, advirtiéndoles de que estaban en una "situación de riesgo" por el mero hecho de estar allí. "Lo de ser poeta es algo enfermizo", advirtió. Para, a renglón seguido, explicar cómo el hecho de vincular poesía e imagen no le hacía sentirse instalado en la modernidad, sino todo lo contrario: "Me siento terriblemente antiguo". Y explicó: "Cuando uno milita en la trinchera de la poesía y la imagen al final es víctima de la obsolescencia. Utilicé muchos soportes de imagen que ya ni existen. En 1992 publiqué un libro con un vídeo VHS. Entonces me sentí muy moderno, ahora es arqueología". Otro caso similar le ocurre con un CD-ROM que ahora no arranca ningún ordenador. "Ahora trabajo en una aplicación para edición digital que lleva aparejado textos, voz e imagen... Pero es muy posible que deje también de existir. Soy una 'fashion victim', un tipo en precario que más que moderno se siente rupestre".

La vinculación con la prehistoria es en más de un sentido. Porque, para el gallego, un nexo común entre todos los creadores es el de la pérdida del ridículo, y es algo que parte desde el momento en el que el hombre de Altamira pintó el bisonte. "Desconfiemos de los que escriben para sí mismos o no les importa para no tener público. Porque posiblemente tienen trastornos de personalidad complicados, así que cambien de acera si se cruzan con ellos", recomendó.

Que Reixa sea poeta y no novelista no es casualidad. "Me confieso incapaz de identificar historias suficientemente largas y continuas y con estructura narrativa. Tengo un pensamiento disperso y fragmentario, voy de cortocircuito en cortocircuito, tratando de atrapar sensaciones", confesó. Esos "calambres emocionales" que llevan a utilizar a veces las redes sociales de forma compulsiva. "Acabas diciendo estupideces. 'Hola, son las nueve de la mañana y voy al gimnasio'. Y qué. Pero es cierto que todos convivimos con sensaciones que nos llevan a expresarnos".

Una vez decidido a ser poeta, el gallego se siente "muy antiguo". "La poesía se volvió especialmente pesada a partir de Petrarca, que se empeñó en que era el único tipo del mundo en estar enamorado y sufría mucho y quería contárselo a los demás. Yo reivindico la poesía de la Edad Media, la de los trovadores, que vincularon su trabajo poético a la música y a la filosofía".

Una de las piezas que proyectó a los espectadores en el Niemeyer lleva por título "Aleluiapedia". "Tiene una intención muy obvia de explicar el cosmos y la naturaleza a partir de las cosas que uno lee en la Wikipedia". Así diseñó un dispositivo en el que Reixa recitaba, su silueta se proyectaba en una pantalla y cada dos versos invocaba "Aleluya, aleluya", invitando a los asistentes al recitar a acompañarlo. Y si aquí tanto la palabra como la imagen tenían su lugar, en "Security bag" prescindió totalmente de las palabras para contar la historia.

"Confieso mi fracaso, no hubiera sido capaz nunca de mezclar, contándolo con palabras, la solemnidad del Réquiem de Mozart con el embalaje de una maleta o una persona". Sin embargo también encontró otros momentos en los que la palabra por sí misma se bastaba, y lo demostró con uno de los textos de "Lecciones de Cosas", el "Poema bienintencionado", que no es más que la vida explicada a partir de frases hechas.