Hugo Suárez Martínez nació para ser delantero. Era un chaval delgado, musculoso y con capacidad para decidir en fracciones de segundo qué hacer con el balón para marcar gol. En el campo era elegante y chutaba sin despeinarse la cabellera rubia. Creció cultivando el don de hacer amigos: tan pronto se apuntaba a una pachanga como a tomar una copa, que siempre era "la última". También conocía el valor del trabajo y del compañerismo. Hugo Suárez era una persona ante todo sociable. Prueba de ello es que ayer cientos de personas a las que regaló sonrisas durante sus 28 años de vida quisieron acompañarle en su última jugada. A Hugo Suárez lo despidieron con largos aplausos, el pasíllo reservado a los campeones y con la camiseta de su club -el Llaranes- sobre el féretro, con el "7", su dorsal en el campo, mirando al cielo.

Hugo Suárez falleció el pasado domingo, fulminado por un infarto, cuando jugaba un partido de fútbol de Primera Regional con el Llaranes y ayer recibió sepultura en Trasona (Corvera). Hasta la iglesia de San Vicente se desplazó toda la plantilla de Fertiberia -empresa en la que el joven trabajaba desde 2010-, menos los servicios mínimos. Acudió también toda la cantera del Llaranes Club de Fútbol, que recibió el féretro de su compañero alineada, solemne, conmovida. Amigos de Hugo Suárez del colegio y del instituto también se dieron cita en Trasona, al igual que futbolistas de distintas categorías llegados a la iglesia de San Vicente desde toda la región. Al funeral asistieron también representantes municipales de Avilés y Corvera y de distintas instituciones vinculadas al balompié.

En Trasona nadie ocultaba el dolor por la pérdida repentina del deportista. Sus padres, Cristina y Dino, desolados, recibieron decenas de muestras de cariño con los ojos encharcados en lágrimas. "Perder a un hijo, a un nieto, a un hermano rompe las normas biológicas y estremece a quien lo sufre", sentenció ayer el párroco de Llaranes, José María Murias, en la misa funeral por Hugo Suárez Martínez. Murias concelebró el funeral con el párroco de Trasona, José Santaclara, y dos profesores salesianos. A los padres, Murias les dedicó palabras de aliento: "El abuelo decía antes que Hugo era muy bueno, y si lo dice un abuelo, verdad es. Ahora él, desde el cielo, seguirá animando a la familia, a su equipo".

También hizo referencia al hermano del futbolista, el pequeño Raúl: "Has perdido un hermano, una referencia en tu vida. Hoy es un día para que le digas a Hugo que quieres parecerte a él pero debes seguir siendo tú, y él desde el cielo te ayudará". En la iglesia de San Vicente de Trasona solo se oían suspiros, llantos ahogados con pañuelos y sonidos de palmadas sobre hombros amigos. "Hugo era un grande", decía un compañero del deportista; otro agregaba: "El mejor". Uno de sus mejores amigos, Manuel Ángel Suárez Mosquera, del "grupo de Valliniello", lloró en Estados Unidos, donde reside por motivos laborales, y donde conoció la triste noticia: "Mi querido número 7: a partir de hoy serás nuestra mayor admiración, la estrella a la que nos aferraremos en cada momento de la vida. Eras un ejemplo: un chaval sano, humilde, trabajador, deportista, amigo, leal, servicial y muy familiar. Tus valores y tus principios nos hacen a todos mejores", manifestó.

Ayer nadie quería despedir a Hugo Suárez. "Le quedaba mucha vida por delante y a la abuela muchas lavadoras que poner con toda esa ropa que le daba del fútbol, del gimnasio, de Fertiberia...", recordaba emocionado un vecino a la salida del funeral. Luego las cientos de personas que abarrotaban el templo enmudecieron. Hugo se iba entre flores para no volver. Su madre, Cristina, se aferró entonces a un rosa y la apretó fuerte sin perder de vista el féretro con el cuerpo de su hijo.