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La mansión de los cuentos

La bruja Peladilla y las mascotas

La bruja Peladilla y las mascotas

Hola niños y niñas, papás y mamás, abuelitos y abuelitas, mascotas...

Quiero presentarme. Soy Dulce Victoria Pérez Rumoroso escritora de cuentos infantiles y de misterio. Quizás me conozcáis por la novela corta de misterio "El secreto de los Mc Jeffersson" y "Cuentos Solidarios" que destino a todos los niños, pero especialmente a los que están malitos y a sus hospitales.

Quiero dar las gracias desde aquí a LA NUEVA ESPAÑA por darme esta oportunidad y a todas aquellas personas que me siguen y que han apostado por mí desde el primer momento.

Para que me conozcáis un poco mejor, os diré que me gusta mucho escribir, leer, jugar con los animales...

En esta nueva sección, mi intención era contaros uno de mis cuentos cada semana. Pero me temo que no va a ser posible. Sé que muchos de vosotros esperabais poder leer cada miércoles mis relatos, pero sintiéndolo mucho no podrá ser y os explicaré por qué... Así que ahora, quiero que estéis muy atentos, porque lo que os voy a contar es realmente alucinante, diría que lo más maravilloso y mágico que he visto en mi vida. Sentaos, tapaos con una mantita y adentraos con vuestros sentidos en la historia que os voy a contar...

Como ya os dije, me gustan mucho los animales y, sobre todo, mis gatitos que son los más consentidos y mimados del mundo. Siempre duermen conmigo en mi cama y cada noche, antes de apagar la luz, tengo que cerciorarme que estén bien arropados. Los acaricio, les doy un beso y les deseo buenas noches. Apago la luz y comienzo a escuchar sus encantadores ronroneos que me acompañan toda la noche como la más maravillosa melodía nocturna. Se acurrucan junto a mis piernas, ocupando así todo el colchón e impidiendo que me mueva. Por supuesto, ellos duermen a pata suelta hasta la mañana siguiente y yo sin embargo, tengo que hacer equilibrios para no caer de la cama. Es bastante incómodo dormir así, pero tengo que reconocer que aunque incómoda por la ausencia de sitio, duermo feliz por saber que están junto a mí.

Pero llevaba días observando que mis gatitos se comportaban de una manera muy extraña. No dormían conmigo toda la noche como de costumbre y eso era muy raro.

El caso es que las últimas semanas, en cuanto me dormía, notaba como mis gatitos me abandonaban y salían de la cama con sigilo para que no me enterase. Pese a sentirlos por el sueño, yo continuaba durmiendo y aprovechaba para cambiar de postura y estirar las piernas. Normalmente, esto ocurría a media noche. Algo verdaderamente extraño...

Antes de amanecer volvían a la cama con mucho cuidado para no despertarme. Sentía sus pisadas muy suaves sobre mis piernas y el colchón. Se colocaban en la misma postura en la que les había visto antes de apagar la luz. Se acurrucaban en sus sitios y se dormían hasta que la alarma de mi despertador sonaba. Realmente pensaban que no me daba cuenta que se habían marchado, pues me creían dormida.

Tras varios días notando cómo los gatitos se escapaban de mi cama, se lo conté a algunas personas y cuál fue la sorpresa cuando una amiga me dice que su perrita hacía lo mismo cada noche. El vecino del cuarto comentó en el ascensor que lo mismo hacía su ratoncito. Escuché a una señora que mientras esperaba en la cola para comprar el pan contaba que su caballo abandonaba la cuadra cuando llegaba la media noche...

Esto es verdaderamente extraño pensé... ¿Dónde van todos los animales a media noche? No podía continuar con tanta intriga, así que me propuse averiguarlo.

Ese día, cuando llegó la hora de ir a la cama, procedí como de costumbre. Tapé a los gatitos con la manta, les di un besito y les deseé buenas noches. Tuve que fingir unos cuantos bostezos para que creyesen que tenía mucho sueño. Apagué la luz y me acosté. Debía permanecer inmóvil para fingir que dormía.

Cuando los gatitos creían que me había dormido, se levantaron con mucho cuidado y, en fila, bajaron de la cama sin hacer el más mínimo ruido. Esperé a que salieran de la habitación para que no me vieran. Me levanté de la cama, me puse las zapatillas y la bata y comencé a seguirles. Vi como continuaban por el pasillo en fila india y se dirigían hacia el salón. Les dejé distancia y continué sus pasos sin ser vista.

Una vez allí, vi algo totalmente asombroso. Una maravillosa luz que provenía de la calle atravesaba la ventana e iluminaba toda la sala. Chispas multicolores flotaban en el aire y bailaban al compás de una dulce melodía interpretada por alegres cascabeles y campanillas. Parecía la llamada a algún evento mágico. Era algo totalmente impresionante. Tuve que pellizcarme varias veces e incluso sacudir fuertemente mi cabeza para comprobar que no estaba soñando.

Esa luz, las chispas multicolores, la dulce melodía... Era todo muy extraño ¿Qué estaba ocurriendo? Escondida, desde el umbral de la puerta podía ver a mis amigos. Los gatitos se encontraban sentados inmóviles frente a la ventana. Como si esperasen que algo ocurriese. Con sus pequeñas cabecitas levantadas miraban atentamente la luz, que por momentos me parecía más maravillosa.

Pude observar cómo la ventana se abría y unas pompas de jabón se adentraban en el salón deslizándose lentamente por el aire hasta estar frente a mis gatitos. Tantas pompas como gatos había. Éstos, de un salto se metieron cada uno dentro de su pompa. Vi como flotaban en el aire, daban volteretas y jugueteaban contentos dentro de las mismas. Tras unos segundos, las pompas en fila y con paso lento, levantaron el vuelo y salieron por la ventana en la dirección de la luz.

-¡Noooo!- grité -¿pero dónde van mis gatitos?

Me apresuré a la ventana para tratar de agarrar a mis amigos y detener esa procesión de pompas encantadas que se habían colado en el salón de mi casa y se llevaban a mis mascotas. Cuando llegué a la ventana levanté la vista y pude observar todo lo que allí ocurría. Me quedé totalmente boquiabierta y casi sin respiración. Flotando en el cielo se encontraba una mansión. La más mágica y maravillosa que he visto en mi vida. Las campanillas y los cascabeles sonaban a su alrededor. Las chispas multicolores ondeaban juguetonas en el aire. Un olor a las más exquisitas chucherías inundaba el ambiente. De las ventanas salían pompas de jabón que se colaban en las casas cercanas y volvían a su origen con las mascotas dentro, flotando felices. Era el medio de transporte para introducirse en este mágico lugar. Entraban por la puerta de la mansión como ilustres invitados.

Pestañeé con fuerza para comprobar que seguía despierta. Un cartel llamó mi atención. Podía leerse en él : "La mansión de los cuentos".

De pronto, una pompa de jabón pasó cerca de mí. Pegué un salto y pude introducirme dentro de ella. Comencé a flotar. Veía como dejaba atrás mi casa y me dirigía surcando el cielo hacia la Mansión de los Cuentos. Estaba protagonizando la aventura más increíble de mi vida.

Llegué al final del trayecto en pompa. No quería entrar por la puerta igual que las mascotas, pues temía ser vista. Así que me colé por una de las ventanas y accedí al interior de la mansión.

Todas las mascotas de la ciudad se encontraban allí, sentadas frente a un bellísimo escenario. Desde mi escondite podía divisar a mis gatitos que aguardaban en primera fila.

Cuando llegaron todos los animales, la puerta de la mansión se cerró. Las mascotas guardaron silencio muy atentas. De pronto, un humo rosa apareció en el escenario. Todos comenzaron a aplaudir entusiasmados. El humo empezó a girar sobre sí mismo como un ligero tornado y de pronto se disipó descubriendo una reluciente pompa de jabón, dentro de la cual se encontraba, a juzgar por su vestido y sombrero. ¡Una bruja!

Acababa de aparecer antes mis ojos la Brujita Peladilla, dueña de la mansión de los cuentos. Tras los aplausos, se dirigió a sus invitados y comenzó a hablar. Su voz era dulce y melosa, parecía acariciar los oídos. Su sonrisa maravillosa. Sus ojos eran marrones y sinceros. A través de ellos, podía sentirse el cariño y el amor más grande del universo. La brujita era muy especial.

Acarició a sus invitados sentados en primera fila y comenzó a contar un cuento. Puedo decir que fue el más bonito y alucinante que escuché en mi vida. Todos estábamos muy atentos. Tal fue así, que se me había olvidado que estaba escondida.

Tras los aplausos había quedado suspendida en el aire una pluma de alguno de los pajaritos allí presentes que comenzó a descender hasta posarse en mi nariz. No pude evitarlo: estornudé

-¡Ahh ahhh aaaaachísssss!

De repente, todos los allí presentes se giraron y me miraron. Se habían dado cuenta de mi presencia por culpa de mi estornudo.

"¡Oh no!", pensé. La mansión se había sumido en un gran silencio.

La brujita se acercó a mí. Me sonrió y con su mano acarició mi rostro:

-No te preocupes, aquí tú también eres bienvenida-, dijo mientras acariciaba sonriente mi cara.

No sabía qué decir. Estaba maravillada mirando a la dulce brujita. De pronto, todos los animalitos me sonrieron. Me sentía muy especial en aquel lugar, en el que se respiraba amor, cariño, bondad y todas las cosas buenas del mundo que a veces cuesta encontrar.

-Ya que has conocido nuestro secreto-dijo Peladilla- te pediremos un favor. Como tú eres escritora, nos gustaría que escribieses los cuentos que aquí contamos para que así lleguen a todos los niños del mundo, ¿de acuerdo?

-Por supuesto- añadí. Contad conmigo. ¡Será un verdadero honor para mí!

Y es así como todos los miércoles os contaré los dulces relatos que escuche cada semana en la mansión de los cuentos.

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