Las mujeres se hacen valer en la Semana Santa de Avilés, del mismo modo que exigen cuotas de responsabilidad, igualdad y competencia en otros ámbitos de la sociedad. La llegada a la presidencia de la cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, hace apenas unos pocos días, de Belén Fernández Miranda rompió un tabú y puso fin a décadas de acaparamiento masculino de ese cargo; y ayer fue el colectivo femenino de la cofradía de San Pedro el que protagonizó algo inédito y que profundiza en ese pretendido camino de conquistas femeninas: fueron cinco mujeres, irreconocibles bajo el hábito y el verdugo, las que portaron sobre sus hombros la Cruz con Jesucristo moribundo clavado a ella. Ésa fue, además, la gran novedad de la procesión de San Pedro de este año, porque nunca antes la imagen de Cristo -el popular Cristo de Rivero para más señas- había acompañado a San Pedro en su habitual paseíllo de Martes Santo por la calle Rivero.

Las cinco costaleras elegidas para hacer historia en la cofradía de Rivero se confesaron emocionadas antes de cargar con el patíbulo de Cristo y una de ellas no dudaba en asegurar que el de ayer fue el día más feliz de su vida como cofrade de San Pedro por la "tremenda ilusión" que le hacía poder cargar con la cruz. Si bien es verdad que el conjunto que componen la cruz y el Cristo de Rivero tiene un peso relativamente liviano, no es es menos cierto que las porteadoras no dudaron en aceptar hacer la carga sin descanso alguno durante todo el trayecto de la procesión. Es decir, que las costaleras del Cristo de Rivero hicieron la procesión sin horquillas (palos rematados en uno de sus extremos con una pieza metálica en forma de U) sobre las que aliviar el peso de la Cruz en los momentos en los que los capataces mandan parar para tomar resuello.

El séquito femenino ocupó un sitio en la cola de la procesión, precedido por los pasos tradicionales que integran la estación de penitencia de los cofrades de San Pedro: la columna con las llaves del cielo, la escena de Jesús azotado por los sayones y el apóstol San Pedro estrechando las manos arrepentido de la negación del Maestro. Esta expresión costumbrista del Martes Santo en Avilés quedó, un año más, enriquecida, con el paso marcial de decenas de cofrades vestidos de rojo y blanco, una banda de tambores que cada año tiene más niños en sus filas y sendos cordones humanos, uno a cada lado de las calles, que dan calor a la manifestación religiosa. La ausencia de lluvia dio más brillantez si cabe a la procesión, que pudo desarrollarse a paso lento, sin prisa para recogerse, más bien regocijándose del avance de la noche a la luz de las nuevas farolas led que iluminan el casco antiguo. Finalizada la procesión, hubo euforia generalizada y cinco mujeres conscientes de haber abierto una puerta que muchas otras habrán ahora de cruzar.