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Programación en el centro de mayores de La Luz

La medicina de un beso en la senectud

Antonia Canela, de 79 años, cuida día y noche de su marido, Francisco García, de 85, y es asidua al "Café con cuidadores", una actividad de autoayuda para familiares de dependientes

Francisco García y su mujer, Antonia Canela, en el centro de día de La Luz. RICARDO SOLÍS

Antonia Canela Romero y Francisco Vicente García están a punto de cumplir sus bodas de diamante: sesenta años de vida en común. El día que se regalaron las alianzas prometieron que cuidarían el uno del otro, y en ésas están ahora. Canela Romero, camino de los 79 años, se encarga día y noche de su marido, Francisco García, de 85. Sufrió varios ictus y desde hace aproximadamente cuatro años su salud es delicada. Hace pocos meses que dejó de caminar y precisa ayuda para las cosas más básicas. A veces también para recordar. Pero la cordobesa vecina del barrio de El Pozón de Avilés no se lamenta: "Él es un buen enfermo y eso influye mucho a la hora de tratar a otra persona. Sí es cierto que cuidar a mi marido es una sujeción, pero tengo ayuda de mis cuatro hijos y en el centro de día de La Luz recibimos un gran apoyo".

En dicho centro, Francisco Vicente García recibe atención unas horas al día, hasta las cinco de la tarde, y su mujer participa una vez al mes en una actividad de autoayuda denominada "Café con cuidadores". Los participantes en esta terapia revuelven el azúcar al tiempo que se desahogan sorbo a sorbo. El café es un espacio que permite a los cuidadores, casi todos ya mayores, compartir sus preocupaciones y problemas cotidianos.

"A veces escucho a personas que pierden los nervios cuidando a otras personas, y la verdad es que es fácil perderlos. Pero yo, de momento, resisto", confiesa Antonia Canela Romero, que se vio obligada a reformar su vivienda para adaptarla a las necesidades de su marido. "Es fundamental hablar con otras personas que están pasando una situación similar, bien sea por un problema vascular como mi marido, por un alzhéimer o por cualquier otra enfermedad que está detrás de una dependencia", subraya.

El matrimonio vecino de El Pozón tiene cuatro hijos -"dos chicos y dos chicas", precisan-, ocho nietos y una bisnieta. Su familia es un pilar fundamental para resistir. Canela Romero llegó a Avilés con 16 años desde Córdoba. Francisco Vicente García, zamorano, trabajaba entonces en la ciudad. "Nos conocimos, a los nueve meses decidimos casarnos... y hasta hoy", recalca esta mujer vivaracha que edulcora su relación. Ambos presumen de tener la mejor medicina para que el peso de la dependencia sea más llevadero. "Nos besamos muchas veces al día". García lo certifica y le planta un ósculo a su mujer. "Es muy buena conmigo", concluye. Ese es su trofeo como cuidadora.

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