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Carlos Coronas, entre luciérnagas

El artista avilesino relata in situ las claves del proceso creativo que dio lugar a la exposición "Los territorios soñados", que se exhibe en la cúpula del Niemeyer hasta el próximo otoño

Carlos Coronas, entre luciérnagas

El artista avilesino Carlos Coronas (1964) lleva años cocinando luciérnagas. Las llama "lampyridae", que es lo mismo, pero en latín. "Estos gusanos utilizan la luz para atraer a los machos y aparearse. Los carteles luminosos son también atractivos de las ciudades", aseguró ayer tarde, en el inicio de la visita guiada que ofreció a una treintena de espectadores reunidos por el Club LA NUEVA ESPAÑA de Avilés en la misma cúpula del Niemeyer donde Coronas muestra su último trabajo hasta el próximo mes de octubre.

Son trece piezas construidas por medio de lámparas fluorescentes. "Son luces de reclamo, iluminación pendular, como una cadencia de respiración", explicó el artista ante la atenta mirada de los espectadores deslumbrados por la obra de Coronas. "Según las iba componiendo me daba la sensación de que creaba bichos, pero es sólo mi impresión. Me gustaría recoger cuantas más lecturas, mejor. Yo tengo la mía, pero espero que todos ustedes tengan las suyas propias al término de la visita", añadió el protagonista de la actividad. O sea, bichos, ciudades asustadas... "Estos bichos iban a vivir en una cartografía que, según fui desarrollando el trabajo, se fue diluyendo. Y ya no son mapas, son islotes sobre planchas de aluminio, que reflejan las criaturas que propongo. A todo esto es a lo que llamo 'Los territorios soñados'", reconoció Coronas.

El avilesino recordó que lleva años desarrollando trabajos artísticos singulares. "Se llama a esto 'sites specifics'; o sea, lugares específicos intervenidos con arte. No es lo que pasa con la cúpula. Este espacio es difícil de intervenir, pero las piezas que expongo no se han hecho para aquí, vienen de otros lugares", reconoció Coronas. Y es que las luciérnagas fluorescentes del avilesino se vieron previamente en espacios tan distantes como el Museo Barjola, de Gijón, o el MAG de Elche.

Coronas recorrió junto a los visitantes cada una de las piezas luminosas. "Los territorios soñados" son geografía del lamento que se seguirá disfrutando aún durante meses.

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